¡Hola, chicuelos y chicuelas!
Después del fin de semana de cumpleaños que he llevado, me gustaría
compartir con vosotros algo que he estado pensando sobre unos cuantos
cambios que voy a llevar a cabo en El Orbe, mi mundo de fantasía.
Veréis, es algo relativo a la magia.
Ocurría algo que no me acababa de convencer del todo. En un principio,
la magia en El Orbe era sinónimo de religión: solo los sacerdotes podían
lanzar poderosos hechizos. Aunque era algo original, llegué a odiar
esta concepción por el simple hecho de que no me dejaba jugar demasiado
con las fuerzas mágicas que pululan por este mundo, además de impedirme
el desarrollo de algunos conceptos de la fantasía que me molan como es
la aparición de liches.
Así que, dándole vueltas, he llegado a la conclusión de hacer la magia
como en cualquier mundo de fantasía. Es decir: los sacerdotes usan la
magia divina procedente del dios que adoran y, por la cantidad de dioses
que hay en El Orbe (recordad que cada nación tiene a su Dios-Héroe),
serán bastante variados.
Luego, existirán la gente con aptitudes para los círculos de magia que
existen. Ahí, habrán dos tipos de usuarios de la magia: los magos, que
son practicantes de las artes mágicas colegiados y registrados, cuyas
habilidades se usan para el bien de la comunidad o del reino (por
ejemplo: contratar los servicios de un hidromante para encontrar
acuíferos subterráneos); y los hechiceros, bastante peligrosos ya que
están sin registrar y se les trata como proscritos, usuarios de artes
mágicas prohibidas como la nigromancia o la demonología.
¡Ah! Y recordad que en Ciudadela la magia está terminantemente prohibida.
Esto es lo que he pensado.
¿Qué os parece?
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