martes, 28 de agosto de 2012

Hakaa päälle!

¡Hola, gentes!
Aquí estoy, una vez más, para ofreceros vuestra dosis recomendada de historia.

Seguro que cuando habéis leído el título de este post habéis pensado: "¡Qué Dios nos asista! ¡Platov se ha vuelto loco! ¡Habla en un idioma antediluviano!" Bueno, si para vosotros el finés es un idioma antediluviano, sí, me he vuelto loco.
Veréis, este post ha surgido de algo que se ha puesto de moda ultimamente en los juegos de estrategia. Sí, al igual que en otros géneros videojueguiles, en la estrategia también hay modas (¿recordáis cuando a todo el mundo le dio por hacer juegos ambientados en la Segunda Guerra Mundial?). No solo ocurre con alguna era sino, también, con civilizaciones y unidades. Ahora, si alguien saca un juego de estrategia sobre civilizaciones o algo así, pone a los suecos como facción jugable pero eso no es lo extraño (hacer un juego ambientado en el siglo XVII y no sacar a Suecia es un delito que debería ser penado con la muerte). No. Lo curioso es que a esta civilización le endosan de unidad única unos tipos de nombre impronunciable llamados "hakkapelitta".

¿Qué era un hakkapelita?
Bien, a eso voy.
Para explicároslo mejor, viajemos en el tiempo a la Guerra de los Treinta Años. Ya sabéis, los alemanes católicos comenzaron a tirarle los trastos a la cabeza de los protestantes. Estos últimos estaban indefensos ya que quien tuvo la idea de atacarles fue el mismísimo emperador. Todo parecía perdido para los protestantes hasta que de Suecia llegó un hombre: Gustavo Adolfo, rey de todos los suecos. Gustavo era un gran estratega y su nombre inspiraba temor en sus adversarios. Entre sus hombres, contaba con una unidad de caballería ligera muy especial: los hakkapelita.

Los hakkapelitta eran unos jinetes de origen finlandés, ya que por aquella época Finlandia formaba parte del reino de Suecia, que servían sin rechistar al rey sueco.
Su nombre deriva del grito de guerra que da nombre a este post, que traducido del finés significa algo así como "¡Despedazadlos!".
Esta unidad de caballería ligera era conocida por desconocer algunos términos como "piedad" o "clemencia". Tan salvajes como un cosaco o más, los hakkapelitta se lanzaban al campo de batalla sin dejar a ninguno de sus enemigos con vida. Algo normal si tenemos en cuenta que esta gente procedía de la zona más dura de toda Finlandia: la frontera con Rusia.
En la batalla de Oldendorf, en 1633, un mercenario escocés decía que los hakkapelitta masacraron a las tropas enemigas sin sentir ningún remordimiento. Los clérigos alemanes se encomendaban a Dios para proteger a las tropas cristianas de estos temibles jinetes.

Dado que eran caballería ligera, también eran usados para tareas de exploración. Su equipamiento era bastante simple, llevando solo como protección un casco de inspiración polaca (como los de los húsares alados) a finales de la guerra. Sus armas consistían en sables de caballería polacos o martillos de guerra.

Bueno, espero que os haya gustado este pequeño post.
¡Nos vemos!

domingo, 26 de agosto de 2012

Un pequeño paso para el hombre...

Me he enteré de la noticia ayer por la madrugada y quiero compartirla con vosotros.

Neil Armstrong, el hombre que realizó una de las más grandes hazañas en la historia del hombre como es pisar la Luna, ha muerto a los 83 años de edad.

Descanse en paz.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Rol con cartas? ¡Es usted un hereje!

¡Hola, personas!
Tras una semana sin publicar nada ya iba siendo hora de ponerse manos a la obra.
Para descansar un poco de la panzada de historia que os dí con el asedio a Malta, hoy voy a escribir un poco sobre el juego de rol steampunk que estoy creando: "1870". Me gustaría enseñaros poco a poco de que va a ir la cosa, así que haré una serie de post con historia de las naciones, razas, facciones y demás curiosidades.
Tranquilos. La historia volverá pronto gracias a una sugerencia de Albion y que, espero, redactar pronto: una lista con 10 batallas que deberíais conocer pero no será lo típico de Termópilas, Stalingrado y cosas así. Ya lo veréis...

Os voy a comentar un poco el sistema que voy a utilizar.
Al principio iba a usar FUDGE, un sistema que te permite crear tus juegos de rol con el mínimo esfuerzo. El problema es que, visto lo visto, no me da ese sentimiento victoriano que yo quería darle a mi juego.
Pensé en otros sistemas hasta que me topé con el de "Castle Falkenstein" y me dije para mí: "¡Ese es el que necesito!"
El sistema de Falkenstein es un pelín curioso: en lugar de usar dados, usa una baraja inglesa. ¡Vamos! La baraja de póker de toda la vida. Cada palo representa a varias habilidades englobadas en una misma categoría.

Así es como quedan en mi juego:

-Picas=Habilidades Físicas: atletismo, pelea, esgrima, etc.

-Tréboles=Hab. Manuales: artesanía, reparaciones, pintura, etc.

-Corazones=Hab. Sociales: oratoria, etiqueta, juegos, etc.

-Diamantes=Hab. Mentales: ciencia, voluntad, poderes psíquicos, etc.

El sistema basa la destreza de las habilidades en una palabra equivalente a un número, igual que en FUDGE (Ej.: Bueno=5).
El jugador escoge las habilidades que cree que necesitará su personaje. No poner una habilidad en la ficha de tu personaje no significa que este la desconozca. Puede usarla pero su valor por defecto será "Mediocre" o "Pobre".
El funcionamiento es simple: si se saca una carta equivalente al palo al que pertenece la habilidad, se suma el valor total de la carta a la hab. Si no, solo se suma 1. Los comodines permiten sumar 14, sea el palo que sea.
El objetivo, como en todo juego de rol, es sacar un resultado igual o mayor que el que se pide. Si es mayor que la mitad del resultado del objetivo, es considerado crítico. Si es menor que la mitad del resultado del objetivo, se considera pifia.

Puede resultar lioso en un principio pero este sistema permite cosas como que los jugadores sean más tácticos a la hora de manejar las cartas que tienen en las manos. Además, el resultado no depende del devenir caprichoso de un dado sino de la astucia del jugador.

En este sistema no hay niveles. Es la práctica lo que hace que los personajes aumenten sus habilidades, algo quizá más realista. Si un inventor, por ejemplo, consigue terminar su creación habrá aprendido algo en el proceso, por lo cual puede subir su habilidad de "invención" un punto.
Sí, lo sé, puede resultar bastante subjetivo. ¿Cuándo saber que un personaje puede mejorar sus habilidades? Todo depende de la buen fe del máster y del jugador.

Y hasta aquí he llegado.
¿Qué os parece?
Sed sinceros.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Entrevista en la boca del lobo.

¡Hola, gentes del lugar!
Lo que vais a leer a continuación es un relato basado en el universo del RPG steampunk que estoy fabricando: "1870". Esta historieta surgió a raíz de un comentario en Subcultura de dos grandes colegas, Albion y Paw, que me pedían alguna historia relacionada con este universo. Si consigo hacer el manual, formaría parte de él.
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Axel Higgings no se lo podía creer.
En sus años de periodista para "The Times" nunca había tenido una oportunidad como esta. Se había hecho famoso por ser uno de los pocos periodistas que pudieron ver la caída de la capital confederada, Richmond, a bordo del USLS "Restoration", uno de los primeros ironclads terrestres de la Unión. La emoción de aquel acontecimiento no tenía nada que ver con lo que había conseguido el martes pasado.

Mientras estaba en su mesa de trabajo acabando un artículo sobre los últimos enfrentamientos entre la Confederación Prusiana y el reino de Baviera, un chaval de unos doce años se le acercó. Le preguntó si era Axel Higgings. El periodista contestó afirmativamente a la pregunta, extrañado porque un chico con la cara llena de mugre y su ropa hecha de retales estuviera en el interior de las lujosas oficinas del periódico más prestigioso del mundo. "Esto es para usté", dijo el jovenzuelo a la vez que le daba una carta. Higgings preguntó que quién se la había dado. El chico se encogió de hombros: "Una señorita mu' rara", contestó, "Me dijo que se la diera a usté". Axel arqueo una ceja en señal de incredulidad. Le dio al joven un penique por las molestias y este se marchó contento: "Gracias, señor", dijo.

Axel vio la carta: no tenía remite. Tan solo ponía: "Para el Sr. Axel Higgings, sección de Noticias Internacionales de The Times".
El periodista la abrió. Desplegó el papel y leyó: "A las 01:00 de la madrugada en la entrada de Hyde Park. Venga solo. No intente nada extraño, le estaremos vigilando. Él quiere hablar con usted". No había nada más, excepto un sello, un sello que hizo que el corazón le latiera a Higgings con la fuerza de un motor de vapor. En el centro del sello estaba representada una mano cubierta por un guantelete negro, como el de las armaduras medievales, y sujetaba con fuerza un puñal. Se podía leer la siguiente frase alrededor de él: "Al corazón de los tiranos".
"¡¿LA MANO NEGRA?!", pensó Axel.
La Mano Negra: la sociedad secreta anarquista cuyas acciones revolucionarias habían conmocionado a todo el mundo: el bombardeo de Versalles, el intento de asesinato de Bismarck o la bomba que un grupo de obreros se encontró en las obras de remodelación del Parlamento.
Axel sabía a quien iba a entrevistar: Marko Kradiç. El misterioso aristócrata de origen serbio era el líder de tan pérfida organización. Era buscado por todos los servicios de seguridad de los grandes imperios pero nadie había logrado dar con su paradero exacto. Hasta ahora. El periodista vio una oportunidad de oro y la fama que le reportaría tal entrevista lo catapultaría hacia la leyenda.

Eran las 01:00.
Como siempre, la niebla cubría los verdes árboles que decoraban Hyde Park. Axel esperaba impaciente en el lugar donde ponía la carta. Había preparado una serie de preguntas que llevaba apuntadas en su block de notas. Estaba preocupado por si alguna de ellas ofendía a Kradiç y cuales serían sus represalias hacia su persona. De repente, vio venir un carruaje. Se paró delante suyo. El cochero bajó, saludó a Axel con un toque de su gorra y abrió la puerta. Del interior bajó una mujer joven. Iba bien vestida. Sus ojos eran azules y su pelo rubio, recogido en un moño. En el interior del carro se había quedado alguien. ¿Kradiç? "No", pensó el periodista. El líder de la Mano Negra no se expondría al peligro por una simple entrevista.
-¿El señor Axel Higgings?- preguntó la mujer. Hablaba con un marcado acento de Europa del Este.
-Sí... Sí, soy yo- respondió Axel, muy nervioso.
-Soy Alexandra Kradiç, esposa del señor Marko Kradiç- esto sí que era bueno, pensó el periodista. El hombre más siniestro del planeta estaba casado- Por favor, si es tan amable de acompañarme.
-¿Su esposo no ha venido?- preguntó Axel.
-No- respondió la mujer- Quiere encontrarse con usted dentro de su "emplazamiento secreto", para evitar algún peligro.
Los dos se montaron en el carruaje. La persona que se había quedado en el interior llamó la atención a Axel. Era un hombre bajito, de complexión fuerte, cuyas manos, cuello y todo resto de piel que dejaba ver su traje estaba cubierta de pelo. Sus ojos eran como los de un animal y sus dientes, afilados. "¡Un mutante!", pensó el periodista.
La mujer hizo un gesto a la criatura. Este sacó un pequeño estuche. Al abrirlo, Axel vió una jeringuilla y un frasco. El mutante llenó la jeringuilla con un poco del líquido que contenía el frasco.
Axel se hizo hacia atrás en su asiento con gesto de horror.
-Tranquilo- dijo la mujer- No se preocupe. Es solo una medida de seguridad para que no pueda deducir donde está nuestra base de operaciones. Además, antes de ser mutado, Frederik era médico.
El mutante estiró el brazo de Axel y lo remangó, sin que el periodista ofreciera ningún tipo de resistencia. Pinchó en una vena e inyectó el líquido. El periodista volvió a ponerse bien la manga. Unos pocos minutos después, se sintió adormecido hasta que sus ojos se cerraron por completo.

Axel se despertó de golpe.
Sintió como si hubiera dormido una eternidad. Poco a poco, se dio cuenta de que ya no estaba en la calesa. Estaba sentado en un sillón, en el interior de un salón bastante acogedor, iluminado tan solo por el fuego de una chimenea.
-¿Se encuentra bien?- preguntó una voz de hombre, también con un marcado acento del este.
-Sí- respondió Axel, sin saber todavía donde estaba su interlocutor- Creí que jamás despertaría.
El periodista vio a la mujer al lado de un hombre y ya se dio cuenta de que no estaba solo. Estaba sentado. Sus largas piernas estaban cruzadas para estar más cómodo. Su piel, blanca como la nieve, contrastaba con su pelo negro como el carbón. Iba elegantemente vestido. Axel se quedó con la boca abierta al saber quien era ese personaje.
-¡Vaya! Parece que no debo presentarme, ¿verdad, señor Higgings?- dijo Kradiç con una sonrisa en su cara.
-Esto... Yo... Verá... No sé que decir...- continuó Axel.
-¿No tiene una entrevista que hacerme? He consultado sus preguntas mientras usted dormía y me han parecido buenas. Por favor, le pido perdón por haberlo dormido y por haber cogido sus pertenencias sin permiso. Es por, ya sabe, seguridad. Tranquilo, todo está otra vez en su sitio.
Axel se hechó mano al bolsillo de su chaqueta y, menos mal, allí estaban su cuadernillo y su pluma. Los sacó con cierto nerviosismo.
-Bueno, señor Kradiç. Es un honor que haya pensado en mí para realizar esta entrevista- dijo Axel.
-No todo el mundo diría lo mismo- contestó Kradiç.
-Eh... Sí... Bien, le haré la primera pregunta.
-Cuando quiera- Kradiç dijo esto mientras hacía un gesto con la mano a Alexandra. Esta salió de la habitación.
-Bien, ¿qué es lo que persigue la Mano Negra? ¿Cuál es su objetivo?
-La Mano Negra busca la unidad de todos los pueblos. Para ello, ataca a aquellos que hacen todo lo posible para acabar con la libertad y la paz: los gobiernos de las naciones. Solo eliminando a los llamados "líderes", la humanidad podrá vivir en paz y en hermandad, sin nadie que le diga que debe de hacer.
-¿Eso quiere decir que quiere acabar con el orden establecido, verdad?
-Si por "orden establecido" se refiere a los sistemas de gobierno impuestos por una minoría, sí. Lo que queremos es que sea el pueblo quien imponga su orden sin necesidad de redactar reglas que los opriman.
-Pero eso es caer en la anarquía, ¿no? La gente se mataría entre ellos.
-No, se equivoca, señor Higgings- recalcó Kradiç- La humanidad puede autorregularse sin necesidad de reglas absurdas, simplemente con la costumbre y el saber hacer.
-Y para alcanzar su objetivo no importa la muerte de docenas de inocentes, ¿verdad?
Kradiç aclaró su garganta.
-Esa pregunta me incomoda pero le he dicho que respondería a todas ellas. Es una pena que muera gente inocente, la gente a la que nosotros protegemos, pero en toda lucha hay que hacer sacrificios.
-¿Está diciendo que el fin justifica los medios?
-No. Estoy diciendo que es una lástima que muera alguien que no tenga nada que ver con nuestra lucha. Si yo fuera un nuevo Maquiavelo, ahora mismo todas las capitales de estado estarían reducidas a cenizas.
-Bien, señor Kradiç. Pasemos a la siguiente: ¿cómo es posible que la Mano Negra sepa todo lo que hacen los gobiernos mundiales? Me refiero, entre otras cosas, al robo de los planos de las fortalezas aéreas prusianas.
-Tengo ojos y oídos en todas las instituciones. No sabe usted la cantidad de militares, funcionarios y sirvientes que odian al gobierno para el que trabajan.
-Me hago una idea-dijo Axel- Otra pregunta: la gente contra la que lucha tiene familia. ¿Qué hará con ellas si consigue sus objetivos?
-Si cree que las voy a meter en un campo de trabajo como hacen los rusos con sus disidentes está usted equivocado, señor Higgings. Pienso tenderles la mano y demostrarles que sus ilustres familiares estaban equivocados. Nadie será excluido.
-Vale. Ahora la última y más importante de las preguntas: ¿cómo es posible que el hijo de una familia aristocrática sea anarquista y el mayor criminal del mundo? Perdone si le he ofendido al llamarle "criminal".
-Tranquilo, le perdono- dijo Kradiç- Verá, mis padres eran unos monstruos. Su pertenencia a una clase social tan elevada les hacía creer que estaban por encima de los demás. Debía de haber visto como trataban al personal de servicio: como animales. Yo no podía soportar eso. A través de unos amigos de la universidad, asistí a reuniones de un grupo anarquista. Me gustaban sus ideas pero no me gustaba la forma en que las ejecutaban. Mire, si quiere mandar a un pobre diablo a inmolarse con un cinturón de explosivos al centro de una plaza completamente vacía, hágalo, pero será recordado como el mayor asesino de la historia. Pensaba que había otra manera sin que nuestros camaradas murieran en el intento.
-¿Y así fue como nació la Mano Negra?-preguntó Axel.
-No- dijo Kradiç- La Mano Negra nació a raíz de un incidente en mi vida personal.
-¿Puede contarlo?
-Sí- Kradiç se puso serio- Creo que ya conoce a mi esposa.
-Sí- contestó Axel.
-Pues ella fue la causa de que comenzara todo esto. Antes de ser mi esposa, era una de las empleadas de mi madre. Cuando Alexandra llegó por primera vez a mi casa, me enamoré perdidamente de ella. En secreto, sin que mis padres se dieran cuenta, le declaré mi amor. Ella me besó. Nuestro romance era un secreto. Quedábamos por las noches en el cobertizo donde mi padre guardaba su faetón a vapor. Hasta que, una noche, mi madre nos descubrió y ya se imagina como se puso, ¿verdad? Cogió a Alexandra del pelo y la llevó a los establos. Allí cogió uno de los látigos para azuzar a los caballos y...- en ese instante, Axel vió como Kradiç se emocionaba y una lágrima caía por su frío rostro- ¿Sabe lo que es ver al amor de tu vida sufrir sin que tú puedas hacer nada? Treinta latigazos. Mi madre hizo que lo viera todo. Y allí la dejó, como un pobre animal. Curé sus heridas lo mejor que pude porque sabía que mi madre no llamaría a un médico.
Y allí fue donde nació la Mano Negra.
Mi padre, al enterarse de la noticia, comenzó a enviar cartas a una de las academias militares prusianas más exigentes para meterme en ella.
La noche antes de salir para Berlín, quedé en secreto con Alexandra. Había vuelto a vivir con sus padres. Le dije que tuviera hecho su equipaje para la mañana siguiente. Yo fui al lugar clandestino donde los anarquistas celebraban sus reuniones. Detrás de un armario, en un cuarto secreto, guardaban explosivos.
Fui al cobertizo del faetón de mi padre. Allí, rompí los cartuchos y los mezclé con el carbón.
A la mañana siguiente, nos preparábamos para irnos. Yo había hecho mi equipaje pero no para viajar a Berlín. Con la excusa de que me había olvidado algo en mi cuarto, me escapé.
Lo último que vi de mis padres fueron sus pedazos volando, junto con el cobertizo, cuando me alejaba del lugar.
A partir de ahí, mis contactos y la fortuna robada a mis padres hicieron el resto.
-Bu... Bueno-Axel estaba con la boca abierta- Creo que ya tengo todo lo necesario.
-¿Ha terminado ya la entrevista?-dijo Kradiç con cierto sentido del humor- Ha pasado el tiempo volando.
-Eh... Sí...-dijo Axel- Gracias por su tiempo, señor Kradiç.
-De nada, senor Higgings. ¡Ah! No se preocupe. No le dolerá.
-¿El qué....?- Axel no pudo terminar la frase al sentir un pinchazo en el cuello. Se giró y vio otra vez a Frederik, el mutante, con una jeringuilla en su mano derecha.
Axel cayó dormido la suelo.

Volvió a despertarse.
Esta vez, estaba en su casa, con el pijama puesto y todo.
Tenía la lengua seca y la sensación de que la entrevista con Marko Kradiç solo fue un sueño. Se levantó rápidamente, algo mareado, y fue veloz hacia el perchero donde estaba colgada su chaqueta. Tanteó y... menos mal. Su cuaderno seguía allí. Lo abrió y vio todas las anotaciones que había hecho durante la entrevista.
Parece que arriesgarse por ello mereció la pena.

FIN

domingo, 12 de agosto de 2012

Un Asedio Legendario IV

Vamos a ver si termino de una soberana vez.

Por muchas bajas que había sufrido Pachá seguía en sus trece: Malta debía caer, fuera al precio que fuera.
El 20 de agosto se produjo un nuevo ataque. Capitaneado por Sanjak Cheder, este fue abatido gracias a los llamativos colores de los trajes que solían llevar los oficiales turcos a la batalla. Los otomanos tenían que rescatar el cuerpo de Cheder pero un caballero llamado Juan de la Cerda se lanzó hacia los jenízaros que venían en misión de rescate. No logró su objetivo y murió a manos de las fuerzas de elite turcas.
En Birgu, los otomanos construyeron otra torre de asalto, esta vez reforzada con arena y piedras en su base. Los tiradores trucos abatían a los guardias de la brecha con suma facilidad. La Valette ordenó volver a cavar en la base del muro. Al caer las piedras de la muralla, un grupo de caballeros se abalanzó contra la torre, dispuesto a escalarla para dar fin a sus ocupantes. Cuando el ingenio de asedio fue tomado, pasó a formar parte de las defensas cristianas. Más tarde, una flecha cayó en Birgu con un mensaje: "Jueves".

El 23 de agosto se reunió el Consejo de la Orden para analizar la situación.
Se llegó a la conclusión de que Birgu no aguantaría más tiempo. La solución sería retirarse a San Ángelo para plantar cara por última vez al enemigo. La Valette, como siempre, no estaba de acuerdo. No quería abandonar a los malteses a su suerte y, si tenía que morir en Birgu, moriría. Esta noble actitud hizo que sus hombres se quedaran al lado de su valiente maestre, el cual ordenó que se volara el puente que unía Birgu con San Ángelo.

La situación de los otomanos no era tan halagüeña como cabría de esperar: la polvora escaseaba, no habían suficientes provisiones y muchos de los cañones usados en los bombardeos no habían soportado el desgaste de su continua utilización. Lo peor de todo es que el barco que tenía que traer nuevos suministros había sido capturado en alta mar. Pachá decidió atacar Mdina, la capital de la isla.

El uso de espías durante la campaña previno a los caballeros del ataque a Mdina.
Toda la población de la ciudad se prestó voluntaria para su defensa. Los turcos avanzaron y se encontraron con la sorpresa de que todas las murallas estaban llenas de gente armadas con cañones y mosquetes. El ejército otomano tuvo que dar media vuelta.

El 24 de agosto se inició una pausa de una semana.
El 1 de septiembre, los otomanos intentaron un nuevo ataque masivo contra Senglia y Birgu pero, esta vez, la baja moral de las tropas imperiales impedía que fuera tan brutal como los anteriores.

Algo increíble ocurrió el 6 de septiembre. Algo que levantó el ánimo de las tropas cristianas: los refuerzos de Sicilia habían llegado. La Valette usó otra vez su astucia para golpear a Pachá: hizo creer a un esclavo turco que habían llegado 16000 hombres al lugar. Dejó que este escapara y que informara al comandante otomano. Pachá, al oír la noticia, ordenó la retirada total de la isla.
La Valette estaba dilucidando el ataque final cuando escuchó al grueso del ejército otomano salir a toda velocidad del lugar. En la mañana del 8 de septiembre, las posiciones que ocupaban los turcos estaban completamente desiertas. La alegría llenó el corazón de los caballeros y de los malteses.
Mientras, Pachá recibió la sorprendente noticia de que la fuerza de rescate solo constaba de 8000 hombres. Enfurecido, mandó volver a desembarcar a sus tropas y lanzarse contra el enemigo. La Valette supo esto y movilizó de urgencia a todos los caballeros de la isla. En Naxxar, hospitalarios y otomanos se enfrentaron en una gran batalla. Los caballeros cargaron contra el frente mientras que la fuerza de rescate y los milicianos de Mdina hacían lo propio por los flancos. Antes de recibir el primer envite, los turcos comenzaron a huir. Todos se retiraron hacia las barcas. Pachá estuvo a un pelo de ser capturado. Los pocos otomanos que sobrevivieron pudieron embarcar de vuelta a Estanbul.

La Orden de San Juan había cerrado las puertas de Europa a los otomanos con éxito.
Muchos cayeron pero su leyenda sigue viva y todo gracias al gran liderazgo que Jean Parissot de La Valette llevó acabo. Su figura caló tan hondo en los malteses que, en agradecimiento, la nueva ciudad que se fundó en el monte Sciberas para controlar la zona recibió el nombre de La Valetta.

Esta es la historia de un asedio legendario.

sábado, 11 de agosto de 2012

Un Asedio Legendario III

Bueno, sigamos con este rollo.

Tras sufrir 3000 bajas en su bando, Mustafá Pachá decidió repetir, a mayor escala, la táctica que llevo acabo en San Elmo: rodear la fortaleza, cortar los suministros y atacar por varios frentes a la vez. Además, colocó varios cañones desde el monte Salvador hasta la bahía de Kalkara.
Pachá también pensó que podía ganarse el afecto de los habitantes de la isla, que eran descendientes de musulmanes, pero no funcionó porque los malteses estaban bastante contentos con los caballeros. Preferían ser "esclavos de San Juan antes que ser compañeros del Gran Turco".
Mientras tanto, La Valette dispuso varias defensas a lo largo de Kalkara en forma de botes hundidos unidos por cadenas y mandó levantar barricadas por las calles. La fuerza de rescate tardaba demasiado en llegar y era algo que preocupaba al Gran Maestre.

A la mañana siguiente, las penínsulas de Birgu y Senglia amanecieron bajo una brutal lluvia de proyectiles turcos. Era tal la polvareda levantada en San Miguel que no se podía llegar a ver nada. Ese fue el momento que los otomanos aprovecharon para atacar. Seis horas donde los turcos pudieron establecer varias cabezas de puente tras las defensas cristianas pero los hospitalarios consiguieron repeler el ataque.
Cinco días duró el bombardeo. El 7 de agosto, los turcos volvieron a atacar en oleadas. Estos llegaron al Puerto de Castilla donde aprovecharon una brecha en las defensas para entrar como un vendaval. Fueron recibidos con salvas de mosquetes, fuego griego y ruedas incendiarias. Los caballeros consiguieron repeler el ataque otra vez pero, esta vez, dejaron que el enemigo huyera para poder reparar la brecha.
Pero algo malo ocurría en San Miguel. La fortaleza estaba a punto de caer en manos turcas. Pachá decidió liderar el combate el mismo hasta que enmudeció cuando le informaron de que el campamento otomano estaba siendo atacado. Llegó a la conclusión de que serían los refuerzos cristianos.

En realidad, quien estaba atacando el campamento era la guarnición de la ciudad de Mdina que aprovecharon el ataque total de los turcos para destruir su campamento ahora que este estaba desprotegido. Quemaron tiendas, capturaron caballos y mataron a los enfermos y heridos. Pachá no podía creer lo que había sucedido. Por un descuido, le habían arrebatado una gran victoria.

La Valette seguía apesadumbrado ante la cruda realidad: los refuerzos no llegaban. Tan solo le que daba rezar para poder aguantar lo que se le venía encima. Sin embargo, el papa Pío IV promulgó una bula por la cual cualquier cristiano que luchase para defender Malta se le perdonarían sus pecados y podría reunirse con el Todopoderoso en el Paraíso. Todos los malteses se presentaron para defender su isla.

Pachá seguí empecinado en conquistar las fortalezas de la isla. Para ello, se le ocurrió llevar acabo un asedio de la vieja escuela construyendo una torre de asedio más alta que las murallas para atacar el Puerto de Castilla mientras las defensas eran minadas. Ya sabéis, excavar un túnel para socavar los cimientos de las murallas. El plan era derruir parte de la muralla y tomar lo que quedara con la torre.
La Valette sabía, gracias a varios desertores turcos, que la muralla estaba siendo minada así que debía llevar cuidado a la hora de planificar el siguiente movimiento.
El 18 de agosto comenzó otro bombardeo y otro ataque. La Valette no envió refuerzos al lugar donde se encontraba la mina, algo que entristeció a Pachá, el cual quería que cuantos más caballeros estuvieran presentes en la caída de la muralla, mejor. El comandante turco dio la orden de derribar la mina, con lo que se abrió una brecha en los muros. Las tropas otomanas entraron y, esta vez, los caballeros se vieron abrumados. El pánico se extendió entre las filas hospitalarias y un monje avisó a La Valette para que fuera preparando la evacuación del lugar.
Pero el Gran Maestre no se daría por vencido tan fácilmente. Cogiendo una de las picas de los guardias, se lanzó hacia la brecha. Sus hombres, viendo como su líder arriesgaba su vida hasta el final, le siguieron sin pensarlo dos veces. El Maestre sufrió heridas en su pierna debido a una granada pero ni así lo pudieron parar. Hasta que no se recuperó la posición, no pidió que lo curaran.

Por la noche, los turcos volvieron a atacar.
Otra retirada turca permitió que los caballeros hicieran balance de la situación. Habían sufrido muchas bajas y la pólvora comenzaba a escasear.
El 19 de agosto fue el día del ataque más espantoso. Los turcos se retiraban y volvían a atacar las murallas cada dos por tres. La Valette sufrió una pérdida irreparable: la de su sobrino Henri. Aquí fue donde el Gran Maestre comenzó a mostrar señales de abatimiento pero no dejó que sus propios sentimientos lo guiaran y comenzó a diseñar un plan para acabar con la torre de asedio.
Los otomanos habían hecho un gran trabajo con la torre: la habían forrado de con trozos cuero para hacerla inmune a las armas incendiarias. Desde ella, los jenízaros podían abatir a los defensores sin ninguna dificultad.
El maestro carpintero de La Valette le aconsejó que el único punto débil del artilugio era la base. El Gran Maestre lo comprendió y ordenó que se hiciera un boquete en la base de la muralla donde se encontraba la torre pero que no se quitaran las piedras que protegían la cara exterior. En el túnel, colocó un cañón con balas incendiarias. Cuando todo estaba listo, los caballeros abrieron el muro y.... ¡KABOOM! El proyectil reventó la base de la torre. El ingenio de asedio comenzó a tambalearse. Los turcos empezaron a abandonarla pero, antes de que todos salieran, la torre se vino abajo. El muro se reparó en un instante.
Mientras tanto, Pachá atacaba Senglia con un artilugio: una especie de cartucho sellado relleno de pólvora cuyo objetivo era derribar lo que quedaba de muralla. Pero el cartucho fue llevado a la cara interior de la muralla para reventarla por ese lado, lo que fue aprovechado por los caballeros para devolvérselo cariñosamente a sus creadores. El carro que lo transportaba cayó a la zanja donde los turcos se protegían de la explosión. Claro, que la zanja estaba pensada para protegerlos de la explosión que se produciría al otro lado de la muralla, no delante de sus narices. Los defensores aprovecharon el momento en que los atacantes estaban recogiendo sus pedazos para hacerles huir.

CONTINUARÁ....
(Y os prometo que terminará en la siguiente entrega.)

viernes, 10 de agosto de 2012

1870

Una de las cosas que más me gustan es el steampunk. ¡Dioses, adoro el steampunk!
¿Qué que es eso llamado "steampunk"? Pues es un género de la CF que nos presenta un mundo donde toda la tecnología se basa en la máquina de vapor y otros inventos del siglo XIX, como la máquina diferencial de Charles Babbage.
El steampunk es el futuro del pasado, por así decirlo.
No creáis que es algo nuevo. Este género bebe fundamentalmente de los relatos escritos por Julio Verne y H. G. Wells, relatos que presentan artilugios adelantados a la época en el que se escribieron, como la cápsula espacial de "Viaje a la Luna".

Por eso, he comenzado a darle forma a mi propio juego de rol steampunk.
Por ahora le he puesto el nombre provisional de "1870". Está inspirado en otros RPGs de esta temática como "Castle Falkenstein" o "Space 1889". En él, hay de todo: autómatas, científicos locos, extraños mecanismos, zeppelines, marcianos, armas devastadoras, poderes psíquicos y oscuras conspiraciones.
El sistema de juego será muy parecido a de "Castle Falkenstein", es decir, con cartas. Me pareció un buen sistema aunque no les convenza a los jugadores veteranos que creen que no usar dados es un sacrilegio. Las cartas permiten que los jugadores hagan sus propias estrategias y, sobre todo, le da a la partida un feeling más victoriano como si un montón de caballeros y damas ingleses se reunieran alrededor de una mesa una aburrida tarde de domingo para disfrutar de su juego de cartas favorito.

Publicaré cosas que tengan que ver con el desarrollo del juego.
Espero que so guste.
¡Nos vemos!

Bienvenidos a El Orbe.

Bueno, es hora de que os abra un poquito mi corazón (¡Joder! Para ser un cosaco me ha quedado muy cursi).

He de aparcar la historia un poquito para hablaros de algo: mi propio mundo de fantasía creado por moi, como dirían los franceses.

Bueno, no exactamente he de aparcar la historia demasiado.

Damas y caballeros, bienvenidos a El Orbe.

El Orbe comenzó a principios de carrera.
Veréis, mi colega David Soria es un crack hasta para escribir novelas y crearse mundos imaginarios. Y como yo soy del "culo veo, culo quiero" también quería hacer algo parecido.
David no se lo pensó dos veces y me animó a hacerlo.

Por esa época comence a darle al vicio del Warhammer. Una cosa que me llamó la atención de este universo es que todas las razas, en mayor o en menor medida, están inspiradas en civilizaciones históricas: el Imperio es el Sacro Imperio Romano del siglo XVI, los enanos son vikingos y los altos elfos son una mezcla entre el Imperio Británico y la Atlántida (con un toque xenófobo a lo Tercer Reich).

Pero si había algo que me gustaba de Games Workshop era Blood Bowl: el deporte bestial de WH, sobre todo su toque de humor en un mundo tan oscuro como el del Viejo Mundo.

La chispa había saltado.
Pensé en hacer un juego de deportes bestias ambientado en un mundo de fantasía, lleno de humor.
Comencé a dilucidar diferentes naciones cogiendo la idea de Warhammer pero dándole un giro más de tuerca: pasar de todo cliché de la fantasía y desarrollar a las razas imprimiéndoles el carácter de la civilización en las que se inspiraban.

El juego no cuajó pero el universo si que quedó patente.

Una de las cosas que más le gustaron a mis colegas sobre El Orbe es ese carácter de romper lo establecido, debido en parte al peso de la ambientación histórica.
¿Queréis elfos del bosque? Pues en El Orbe no son esos besa-árboles mariquitas de pelo rubio. No. Los elfos de Keltia están inspirados en la Galia de la cultura de La Tenne (vamos, los galos contra los que luchó César).
¿Qué buscáis hobbits? Perfecto pero debéis saber que aquí, los hobbits no son esos seres regordetes que adoran la paz y la quietud por encima de todo. Aquí, los hobbits se visten de minutemen, cogen sus mosquetes y sus sables y van a la batalla para defender el legado de los Patriotas de Occidentia.

Y sobre la magia, bueno, en El Orbe no hay diferenciación entre religión y magia: los sacerdotes pueden lanzar poderosos hechizos para aniquilar al enemigo.

Pero cuidado porque en El Orbe no todo son risas ya que todas las naciones, independientemente de que esten en guerra entre ellas o no, tiene un gran enemigo: Los Siete Hijos del Dragón.

Sí, así de raro y estrambótico es mi universo de fantasía personal. Hay más naciones pero no cabrían aquí.

Espero que os guste que haya compartido este pedacito mío con vosotros.

¡Nos vemos!

Un asedio legendario II

Bien, continuemos por donde lo habíamos dejado.

La Valette y sus hombres tuvieron que retirarse hacia el fuerte de San Miguel, situado en el monte Sciberas, unido por una línea defensiva a la fortaleza de San Ángelo. Tenían suerte de contar con abundante comida pero les seguían faltando soldados.

El 24 de junio, los vigías de San Ángelo divisaron los cuerpos decapitados de los caballeros que se quedaron a defender San Elmo. Como veis, los turcos no se andaban con chiquitas a la hora de ajusticiar al enemigo. Al ver el espectáculo, el Gran Maestre no se amilanó y estuvo más dispuesto todavía a expulsar a los turcos de Malta. Para bajar la moral otomana, La Valette ordenó disparar hacia las posiciones enemigas usando las cabezas de los prisioneros turcos como munición.
Buenas noticias llegaron al bando hospitalario: un contingente de rescate había llegado al norte de la isla proveniente de Sicilia. Comandado por el caballero De Robles, las fuerzas desembarcaron aún a pesar de que San Elmo había caido, consiguiendo rodear con mucho sigilo a las fuerzas otomanas ayudados por la niebla que se había levantado en aquella jornada, llegando a la ciudad de Birgu sin ningún contratiempo.
Cuando Pachá vio los estandartes en los muros de los regimientos de refuerzo, algo en su interior le hizo saber que algo iba mal. Deicidió enviar a un viejo esclavo cristiano para negociar la rendición de los caballeros. Los términos serían los mismos que los de Rodas: los caballeros podían abandonar Malta, poniendo rumbo a Sicilia.
La Valette, en un acto de gran astucia e inteligencia, ordenó colgar al esclavo. Este le pidió clemencia, algo que buscaba el Gran Maestre. La Valette le enseñó las fortificaciones al mensajero y a las filas de caballeros dispuestos para el combate. El esclavo captó la idea y, aterrorizado, volvió al campamento turco.

Viendo que su oferta fue rechazada, Pachá retomó el combate.
Ordenó que se colocara una batería de cañones en los Altos de Corradino que, junto con la que tenía en el monte Sciberas, someterían a la fortaleza de San Miguel a fuego cruzado. También trasladó algunos de sus barcos por vía terrestre hasta el puerto de Marga.
Mientras que se discutía que se debía hacer ante esto, un caballero que vigilaba el puerto divisó a un oficial turco haciendo señales. Cogió un bote y a unos cuantos hombres para acercarse hasta él pero, cuando estaban llegando, un grupo de soldados turcos se dirigían hacia allí. El oficial turco se lanzó al agua con el pequeño inconveniente de que no sabía nadar. Rescatado por los caballeros, consiguió llegar sano y salvo ante La Valette. El Gran Maestre se llevó una gran sorpresa cuando el hombre se presentó. No era turco, era griego y no uno normal. Era un Lascaris, descendiente de los mismísimos emperadores bizantinos. El oficial quería ayudar a los de su religión a vencer a aquellos bárbaros que dstronaron a sus antepasados y comenzó a relatar los planes de Pachá.
Al conocer las intenciones del comandante otomano, La Valette mandó colocar empalizadas a lo largo de la costa de Senglia. También hizo lo mismo en el sector septentrional de Birgu.
Pachá envió a unos nadadores para que destrozaran las defensas, sin éxito. Después, usó botes con cadenas para atarlas en las empalizadas y tirarlas. Algunas estacas fueron derribadas pero los caballeros las repararon enseguida.

El 15 de julio, comenzó el ataque turco.
Era un ataque contra las empalizadas pero, a pesar del gran número de botes, las defensas resistieron y más si los turcos fueron recibidos por una lluvia de disparos de mosquete. Aún bajo el fuego enemigo, los turcos desembarcaron. Sufrieron grandes bajas pero llegaron hasta los muros.
Por tierra, un contigente otomano apoyó el ataque anfibio, sin atemorizarse ante los cañones hospitalarios, llegando a escalar los muros.
Y la cosa no podía ir peor para los caballeros cuando un polvorín estalló en Senglia, abriendo un boquete en la muralla. Bajo el mando del caballero Zanoguerra, muchos hombres decidieron impedir el paso a los musulmanes, aún a costa de sus vidas. La Valette envió refuerzos a la brecha a través de un puente de botes, consiguiendo rechazar a los turcos.
Pachá envió diez botes con cien jenízaros cada uno para dar el golpe de gracia a los hospitalarios pero, desde San Ángelo, el caballero De Guiral observó las intenciones de Pachá. Ordenó cargar los cinco cañones que había en su posición con el máximo de metralla posible. El resultado: un montón de jenízaros hechos jirones (¿lo cogéis? Jenízaro, jirón... ¡Bah!).
El combate duró cinco horas. Los turcos que se quedaron en la zona tuvieron que huir despavoridos porque hasta los propios malteses salían de la fortaleza para matarlos.
Pachá, muy cabreado, ordenó que las baterías de Corradino y Sciberas abrieran fuego, matando a muchos defensores, entre ellos el hijo del virrey de Sicilia.

CONTINUARÁ...

Un asedio legendario I

El tema del post de hoy se me ocurrió en una conversación por el correo privado de Sub con Vilem_Landerer donde hizo una acertada comparación, así que agradecedle a él la idea. Antes de nada, avisaros que lo dividiré en varias partes. Algo de esta envergadura no se puede contar en un solo post.

Voy a relatar el que es uno de los asedios más legendarios de la historia: Malta. Para ello, debemos viajar al siglo XVI.
Los grandes imperios europeos estaban aterrados al ver el imparable avance del Imperio Otomano. Cuando las fuerzas turcas llegaron hasta Viena en el 1529, el pánico se desató, aunque más tarde el asedio a esta ciudad por parte de los otomanos fue un fracaso.
Pero Solimán no se quedaría cruzado de brazos e intentaría conquistar Europa por otro sitio: el mar Mediterráneo. Escaramuzas a bordo de galeras y con la ayuda de piratas tan famosos como Barbarroja o Dragut eran algo normal.

Mientras, una de las pocas órdenes militares de origen medieval que quedaban en pie (los templarios ya eran solo una leyenda y los teutones estaban cada vez más secularizados), la Orden de San Juan del Hospital, vagaba sin rumbo fijo por la Europa católica tras haber sido expulsada por las fuerzas turcas de su sede de Rodas.
Ante lo que se le venía encima, Carlos V pensó que sería una buena idea contar con el apoyo de estos monjes guerreros con el objetivo de parar el avance de Solimán. Ni corto ni perezoso, Carlos y su prominente mentón ofrecieron a la orden el control de las islas de Malta, Gozo y Comino en 1530. Los caballeros aceptaron de buen grado.
No os dejéis llevar por el término "caballero". Para la Orden de San Juan atrás quedaron los gloriosos años de cargar a caballo con la lanza en ristre contra los infieles. Su antigua posición en Rodas hizo que cambiara el caballo por los barcos, convirtiéndose en una especie de policía marítima.
Tras establecerse en Malta, los hospitalarios comenzaron una serie de asaltos a las flotas turcas. Solimán, como era lógico, se cabreó al saber de ello ya que él fue quien dejó que los caballeros abandonaran Rodas de forma pacífica. Era hora de contraatacar.

Mientras que Solimán preparaba a sus hombres para atacar a sus viejos enemigos, los caballeros llevaron acabo varias políticas de fortificación de la isla tras un ataque de Dragut, en 1551. Una de ellas fue la construcción del impresionante fuerte de San Elmo.

Fue el viernes 18 de mayo de 1565.
Una pequeña flota de galeras que realizaba labores de patrulla alrededor de la isla divisó a lo lejos una gran flota con las enseñas de la luna creciente. Los otomanos habían llegado.
Jean Parisot de la Valette, el Gran Maestre de la Orden, no se quedo de brazos cruzados al conocer la noticia. Envió un mensaje a Sicilia pidiendo ayuda y comenzó a preparar la defensa de la isla.
Los turcos desembarcaron en Mersasirocco tras dudar del lugar óptimo para desembarcar. Los caballeros se retiraron a las fortificaciones para resistir allí, igual que en Rodas, pero esta vez los turcos no tenían un único objetivo en el que concentrarse.
Tras la captura de un caballero que confesó donde estaba el punto más débil de la isla tras ser torturado, los turcos avanzaron. La Valette dejó que los caballeros más jóvenes se lanzaran al ataque. Mustafá Pachá, el comandante otomano, pensó que sus hombres habían masacrado a estos guerreros pero se quedó de piedra al saber que hubo más bajas entre los turcos que entre los hospitalarios.

Tras este incidente, Pachá decidió tomar San Elmo tras discutir con sus colegas en un consejo.
Es aquí donde dos soldados renegados otomanos se pasaron al enemigo. Estos le explicaron a La Valette el plan de los turcos. Con esta valiosa información en su poder, el Gran Maestre comenzó a reforzar el fuerte.
Los turcos emplazaron sus impresionantes cañones en el monte Sciberas. Recordad que los turcos eran los maestros del asedio y que sus cañones podían convertir en polvo un pedazo de muralla como si nada. Las piezas elegidas fueron 10 cañones de 80 libras, 2 de 60 y, atención, un basilisco de 160. El 24 de agosto, comenzó el bombardeo. Unas pocas horas después, las murallas comenzaban a desquebrajarse. Los centinelas que se asomaban para ver los desperfectos eran abatidos por jenízaros otomanos que utilizaban unos parapetos de camuflaje.

San Aubin, el comandante de la flota hospitalaria, intentó poner fin al bloqueo del puerto. Lo único que consiguió fue despistar a la flota otomana pero ya está.
El 29 de mayo, Pachá se despertaba con una mala noticia: los cristianos avanzaban a golpe de mosquete, haciendo que los turcos se retiraran. Se enviaron a los jenízaros para contraatacar, con un éxito aplastante.
Pero, al día siguiente, La Valette recibió una noticia que hizo que se le pusiera el pelo de punta: Dragut estaba en Malta. Uno de los piratas berberiscos más terribles estaba comandando la flota otomana. Su idea fue cortar la ruta de suministros que llegaba desde San Ángelo hasta San Elmo. Más tarde, decidió que la noche sería el momento idóneo para tomar las murallas de la fortaleza pero este ataque fue un fracaso debido a que el fuego griego no se lleva muy bien con los ropajes de seda que vestían los turcos.
Al día siguiente, los turcos bombardearon la maltrecha muralla. Varias secciones de esta se vinieron abajo pero los jenízaros que la asaltaron fueron vencidos con las tácticas anteriormente mencionadas.

Los caballeros se reunieron en consejo para decidir si había que evacuar San Elmo. Todos votaron que sí excepto La Valette, el cual había recibido una carta desde Nápoles la cual decía que se le iban a enviar refuerzos de inmediato. Tras vacilar en un primer momento, los caballeros apoyaron a su Maestre.
Los otomanos seguían realizando ataques, bastante desesperados, que terminaban con grandes bajas en su propio bando.
El 18 de junio, un grupo de artilleros cristianos apuntaron hacia la lujosa tienda de Pachá. La lluvia de piedras que originó el impacto hirió gravemente a Dragut. Esto minó la moral del ejército otomano.

Los otomanos aprovecharon la celebración del Corpus Christi para pillar desprevenidos a los caballeros. Fue un gran golpe para los hospitalarios. Los turcos habían conseguido entrar en San Elmo y los caballeros no tenían otro remedio que proteger a los civiles mientras huían. Muchos caballeros murieron combatiendo hasta el final. Tras la toma, Pachá envió una carta a Dragut para informarle de la victoria. El viejo pirata murió después de leerla.

Presentación.

¡Hola!

Me llamo David pero en este mundo me conocen como Platov.
Lo que veis aquí es la versión Blogger de mi anterior blog "El Correo del Atamán", publicado en Subcultura.
Los que ya me conocen ya sabrán de que va esto pero para los que no decidles que mi pasión es la historia (por algo soy historiador). Me encanta compartir mis conocimientos con los demás, así que preparáos para un aluvión de curiosidades históricas. También me gusta escribir relatos, con lo que tendréis que sufrirlos.
Espero que os guste.

¡Nos vemos!