martes, 18 de septiembre de 2012

Der Kaiser!

¡Buenos días, amantes de la historia!

El post de hoy es otra sugerencia, en este caso de Runciter, ese chaval que escribe unos relatos de ciencia ficción para quitarse el sombrero. Me pidió que tratara a uno de los personajes más pintorescos que han cruzado las colinas de ese territorio llamado Historia Universal y, casualidad o no, tengo un librito de la Osprey con una pequeña biografía sobre este señor (regalo de mi colega David).

Así que, sin más preámbulos, os presento a Guillermo II, Emperador de Alemania.
Guillermo nació en la capital de Prusia, Berlín, el 27 de enero de 1859. Hijo del que sería el rey de Prusia, Federico III y de Victoria, hija de vosotros ya sabéis que famosa reina de Gran Bretaña (God save the Queen!). El pobre nació con una parálisis en su mano izquierda, la cual acomplejó bastante al futuro emperador (fijáos como la oculta en sus retratos y fotografías tras la espalda o tapada por una capa o un abrigo) aunque esto no le impidió ser un buen jinete y un excelente tirador. Su carácter era bastante chocante para el que lo conocía: no se guardaba nada dentro de su cabeza y si tenía que insultar a la cara a alguien, lo hacía, fuera cual fuera su cargo. Esto lo convirtió en un pésimo diplomático. Rara era la vez que el cuerpo de relaciones internacionales alemán no tuviera que disculparse por los incendiarios discursos de su líder.
Recibió una estricta educación, digna de cualquier príncipe prusiano, y si añadimos a eso que uno de sus mentores fue Otto von Bismarck, pues ya ni te digo. El Canciller de Cancilleres fue quien inculcó a Guillermo ese pensamiento conservador que le acompañará durante toda su vida, al contrario que su padre que era más liberal.

En 1888, muere su padre tras tan solo tres meses de reinado y con el único hito de haber despedido a Bismarck.
La educación tan férrea que recibió convirtió a Guillermo en un emperador profundamente militarista, llevando acabo políticas de adquisición sin cuartel de colonias ultramarinas. Esta forma de forjar su imperio se debe también a la envidia que sentía al ver el inabarcable imperio de su abuela, uno de los más grandes y duraderos de la historia. Para hacer realidad ese "lugar en el sol", Guillermo apoyó un programa para renovar la Reichsmarine (la marina de guerra alemana) para que pudiera hacer frente a la todopoderosa Royal Navy. Durante la guerra inglesa contra los boers (1899-1902), el kaiser apoyó a los colonos holandeses, lo que acabó para siempre con la amistad con Inglaterra. Tras un ataque nervioso en 1908, Guillermo se retiró de la política activa para dirigir al imperio desde las sombras (eso suena muy macabro pero corre la leyenda de que al bueno de Guille le atraían los temas relacionados con el ocultismo).

Llegamos al 28 de junio de 1914.
Durante una visita a Sarajevo, el archiduque del Imperio Austrohúngaro Francisco Fernando es asesinado en un acto terrorista por un serbio de nombre Gavrilo Prinzip, miembro de una supuesta organización terrorista anarquista conocida como la Mano Negra (guiño, guiño).
Guillermo convence a los austriacos para que se venguen de Serbia por este crimen, dando como resultado la Primera Guerra Mundial. En un principio, el kaiser era el comandante supremo del ejército alemán pero su ineptitud a la hora de liderar sus fuerzas lo relegó a un segundo plano. El carácter tan fuerte de Guillermo hacía que celebrara cada victoria como si fuera el fin del Imperio Británico y cada derrota lo sumía en una profunda depresión.
Debido a la fuerte subida de popularidad del legendario general (y futuro canciller) Paul von Hindenburg, el kaiser comenzó a apoyar a otro de sus generales, Falkenhayn, pero cuando el gigantesco (literalmente) Hindenburg llegó a tener poder suficiente como para dar órdenes sin tener que dar explicaciones al emperador, Guillermo perdió cualquier tipo de influencia y más todavía cuando su política de guerra submarina sin cuartel (atacando tanto a naves militares enemigas, como mercantes e, incluso, civiles) hizo que los EEUU entraran en la Gran Guerra.

Las continuas derrotas alemanas minaron todavía más su popularidad. Para 1918, Guillermo seguía en el trono no por sus capacidades de gobierno sino por su figura simbólica. El 9 de noviembre de ese año, ante la inestabilidad que campaba a sus anchas por el país, el kaiser abdicó de su título de emperador. El 28 de noviembre haría lo mismo con el de rey.

Guillermo se exilió a la localidad de Doorn, en Holanda, donde tras la muerte de su esposa se casaría con una chica de 35 años. El viejo kaiser buscaba volver al trono y esa oportunidad parecía estar cerca con el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania pero Guillermo aprendió que nunca hay que fiarse de un nazi.
Tal fue su enfado con el nuevo canciller que prohibió que los nazis acudieran a su entierro.

El 5 de junio de 1941, el último kaiser murió.

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