miércoles, 22 de mayo de 2013

El diario de Mikhail Shorobiensky.

¡Hola, gentes!
Después de terminar una de las partes más pesadas del TFM (el maldito Estado de la Investigación), me apetecía relajarme escribiendo un rato.
Así que aquí os dejo con el resultado. Volvemos a los dominios de la Horda Polar con nuestro científico loco favorito.
Antes de empezar, una advertencia: soy un hombre de letras, no de ciencias. Todo lo que vais a leer es más fantástico que verídico, así que perdonarme si cometo algún error gordo.

Extractos del diario sonoro del Dr. Mikhail Shorobiensky, responsable de la División de Investigación y Desarrollo de Armamento Especial del Ejército Polar.
Asunto: Proyecto Shurale
ADVERTENCIA: DOCUMENTO CONFIDENCIAL.
SI ESTE DOCUMENTO SALE DE LOS ARCHIVOS DEL EJÉRCITO POLAR, EL RESPONSABLE SERÁ CONDENADO A LA PENA CAPITAL ACUSADO DE TRAICIÓN Y TRÁFICO DE SECRETOS DE ESTADO.

Día 1
Probando... Probando... ¿Se.. se oye? Sí... Creo que sí.
Bi... Bien. Soy Mikhail Shorobiensky, doctor en biología por la Universidad de Polyarnyygrad. He sido por su Excelencia, la zarina Ekaterina, para desarrollar un nuevo arma para el Ejército Polar. Para ello, se me ha concedido el uso de un laboratorio del Hospital de Veteranos de Guerra. La habitación es algo lúgubre pero tiene todo el instrumental necesario para mi investigación, además de ser los suficientemente alta para que quepa la cámara de cría de mi invención sin ningún problema. Le he pedido a su Excelencia la recogida de muestras necesarias para llevar acabo mi experimento. Espero que todo salga bien. Todo el mundo sabe que ocurre cuando se le falla a la zarina.

Día 4
Acaban de llegar las muestras que pedí: pelo de oso, restos de piel humana y escamas de troll de ciénaga. ¡Maldición! Me las han traído en una simple caja de madera, sin ningún tipo de precinto. Espero que no se hayan contaminado pero me da miedo decírselo a su Excelencia. Puede que no se lo tome muy bien.

Día 6
Acaban de llegar los recipientes de cristal con líquido amniótico. A una de las enfermeras que me ayuda se le resbaló uno de ellos, derramando el preciado líquido de la vida. Estuve a punto abofetearla pero conseguí calmarme.

Día 7
Mezclé las muestras de pelo, piel y escamas en una probeta y la herví a 100º C. con agua, obteniendo una solución salina que vertí en una bolsita hecha con la piel humana de algunas muestras. Conecté la bolsita al tubo de alimentación de la cámara y la llené con el líquido amniótico. Sellé el compartimento.

Día 20
El experimento parece ir bien. La bolsita con la mezcla se está convirtiendo en un feto de mamífero. Todavía no sé que forma tendrá la criatura resultante, es demasiado pronto. La estoy alimentando a través del tubo de alimentación con una papilla hecha de carne y legumbres que pedí a los cocineros del hospital que realizaran.

Día 34
Es sorprendente lo rápido que se está desarrollando. Tal como predije en mi tesis, la cámara de cría es el lugar idóneo para desarrollar un ente biológico el doble de rápido que en un útero de cualquier animal. Ya tiene presente los brazos y las piernas. Parece que las manos y los pies van a ser bastante grandes. El rostro es alargado y algo grotesco, la verdad, pero creo que va ser una criatura formidable.


Día 40
La criatura ya presenta bastante rasgos distintivos. Le está creciendo pelo por toda la dermis. Está empezando a desarrollar los dientes, bastante afilados por lo que parece. Las manos y pies se han convertido en garras a las que le están creciendo unas impresionantes uñas. Todo parece ir bien por ahora. Avisaré a su Excelencia de mis progresos esta tarde.

Día 52
Esta mañana ha llegado la coronel Tereshkova con un grupo de soldados al hospital. Dice que a partir de ahora, habrá un grupo de estos hombres vigilando las 24 horas del día el laboratorio y los alrededores del hospital. Le pedí por favor que no entraran durante el experimento, que solo se quedaran en la puerta. Accedió a ello. Esa mujer me da escalofríos. No presenta ningún tipo de emoción a la hora de hablar ni de relacionarse con la gente y ni siquiera genera sonidos al andar. Hay algo en ella que no me gusta.
Sobre la criatura, todo marcha según lo previsto. Cada vez está más desarrollada. Dentro de dos meses estará completa si sigue este ritmo.

Día 60
Acaba de visitarme el Dr. Dmitry Khorsov, director del hospital. Dice que está preocupado con mi experimento. Al ver a la criatura dice que le embarga un sentimiento de terror y cree que la Guardabosques no permitiría que jugase así con su creación. ¡¿QUÉ?! ¿Cómo es posible que un hombre de ciencia esté tan aferrado a esas supersticiones? ¿Cómo podrá avanzar la humanidad si siente miedo por algo irracional? ¿Ahora resulta que los dioses nos temen? Tal vez sea el inicio de una nueva era: la Era del Hombre, en el que la ciencia nos pondrá a la altura de los dioses hasta hacerles caer de sus pedestales. Si esta criatura inspira terror en el corazón de los hombres, entonces mi experimento habrá tenido éxito y habré creado un arma perfecta.

Día 75
La criatura está casi desarrollada por completo. La contemplo. Es una maravilla, un ejemplo de lo que el hombre puede llegar a hacer con la naturaleza. En su semblante terrorífico reside su belleza. Un sentimiento de poder llena mi pecho. Tal vez sea lo mismo que sienten los dioses cuando crean algo nuevo. ¿Seré un nuevo dios? ¿Será la ciencia una nueva religión que desbancará al Antiguo Panteón?

Día 82
Estoy aplicando unas ligeras descargas eléctricas a la criatura usando como conductor el líquido amniótico. ¡Asombroso! Sus músculos se contraen y se relajan con una agilidad pasmosa. Todavía le falta un poco para estar completa pero este hallazgo me hace pensar en que será un ser al que nadie podrá enfrentarse en combate.

Día 100
Hace cien día del inicio del experimento y todo ha salido como lo he planeado.
Es un día especial. En honor a ello, voy a bautizar a mi criatura. Recuerdo una historia que me contaba mi padre cuando era pequeño. Era sobre una criatura, ya extinta, cuyo semblante hacia que el más aguerrido de los héroes se convirtiera en un cobarde. Nadie podía hacer frente a ese ser. Tan solo los más valientes de entre los kozaks las cazaban. A estas creaciones de la naturaleza se las llamaba shurales. Pues bien: yo te bautizo, mi creación, como shurale.

Día 117
La criatura está completa. Abrí la cámara para verla más de cerca. Mi sorpresa fue cuando una de las garras salió del líquido amniótico a toda velocidad. Por suerte, pude esquivarla a tiempo pero me llevé un buen rasguño. Pedí al personal del hospital que trajeran material quirúrgico para curar mi herida. Cuando la enfermera entró, tiró la bandeja al suelo, dio un gritó y salió histérica de la habitación. La visión de la criatura fue tan terrorífica para ella que no pudo soportarla. Eso significa que mi experimento ha tenido éxito. Más tarde, le pedí a los soldados que vigilaban el lugar que trajeran una jaula para encerrar al shurale el día de su presentación ante su Excelencia.

Día 124
Ha llegado el día tan ansiado por mí.
He sacado a la criatura de la cámara cuando estaba dormida. Pesa bastante pero mi complexión y los sistemas de poleas del laboratorio me han ayudado. Cuando creía que todo iba bien, el shurale se despertó y me dio otro zarpazo. Esta vez la herida es profunda pero he conseguido curarla. El suelo está lleno de una mezcla rosácea de líquido amniótico y sangre. Metí al shurale como pude en la jaula. Creo que será mejor que avise a la zarina para su presentación pero necesito descansar y... ¿Qué son esas voces en el pasillo? ¿Podría ser? Sí, creo que tengo visita.

Todo esto responde a la pregunta "¿cómo creó Shorobiensky a los shurales?". Pues ahí lo tenéis. Si veis algún error en cuanto a ambientación o faltas ortográficas, avisadme.

jueves, 2 de mayo de 2013

En las calles de Balbuta.

Es la hora de la batalla final.

La Horda Polar avanzaba por Vishnia aplastando cualquier núcleo de resistencia imperial.
Aquellos súbditos de Su Majestad que se rendían eran internados en campos de prisioneros por orden expresa de la zarina. Había que enseñarle a esos indeseables que ocurría cuando alguien osaba enfrentarse a Ekaterina. Mientras tanto, el Dr. Shorobiensky se encargaba de reabastecer al ejército polar de shurales en el laboratorio que se había instalado en el dirigible en que viajaban. Todo iba según lo planeado.

Y en el horizonte apareció Balbuta.
La ciudad de las maravillas, capital de Vishnia, cuyo rajá rendía pleitesía a Alexandra, estaba delante. Sus pagodas de oro resplandecían por efecto de la luz del sol. El final de la guerra estaba cerca y Ekaterina saboreaba la victoria. Esta vez, la emperatriz decidió apearse del dirigible e ir al campo de batalla en persona. De las caballerizas del transporte sacaron a Vsévolod, el caballo diestro blanco de Ekaterina. Con gran agilidad, Ekaterina montó en la bestia. Tachenko hizo lo mismo con su caballo y, dando una enérgica orden, el ejército de la Horda se dirigió a las calles de Balbuta.

Desde una colina cercana al lugar, nuestros dos protagonistas y sus escoltas divisaban el campo de batalla sin dificultad. Ekaterina estaba eufórica.
-¡Ja, ja! ¡Pronto Vishnia será mía!
-No te confíes, pequeñaja. Todavía pueden esconder un as debajo de la manga- contestó Tachenko, con una tranquilidad sorprendente para el decisivo momento que se estaba llevando acabo.
-¿Cómo? Tenemos a los shurales. Si algo va mal, solo tenemos que soltarlos.
Al igual que en Krambalash, y en el avance al interior del subcontinente, Shorobiensky estaba oculto con su ejército de criaturas. No obstante, esta vez se encontraba en el interior de un almacén de la ciudad, conectado por radio con el Alto Mando.

La batalla comenzó con unas cuantas salvas de artillería para “allanar” el terreno. Algunos edificios estaban siendo usados por las tropas imperiales como blocaos, así que había que echarlos de allí y si la estructura se colapsaba con ellos dentro, mejor que mejor.
Luchar en las calles fue otro cantar. Las formaciones de campo abierto no servían de mucho y se corría el peligro de ser abatido por un tirador. Los tanques eran presa fácil para las trampas explosivas que dañaban sus orugas, inmovilizándolos y dejando a su tripulación a merced de los lanzallamas y granadas. En cada esquina, en cada puerta, un soldado polar forcejeaba con un imperial para clavarle la bayoneta hasta el fondo. Sin embargo, si en algo destaca el ejército de la Horda Polar es en luchar en esta clase de escenarios. Usando los tanques caídos como parapetos, los soldados polares podían disparar sin riesgo de ser alcanzados por los imperiales. En cuanto una bolsa de resistencia imperial caía o daba síntomas de cansancio, los polares asaltaban su posición para rematar a todo imperial que quedase vivo. El objetivo principal era llegar hasta la mansión del gobernador, donde se encontraban atrincherados este y el rajá.

Las tropas polares estaban cada vez más cerca de su objetivo. Los soldados imperiales no tenían otra que replegarse hasta el hogar del gobernador, donde se habían levantado grandes muros de hormigón para protegerlo, convirtiendo la mansión en una auténtica fortaleza. Ante esta situación, Ekaterina espoleó a su caballo y salió al trote.
-¿Se puede saber a dónde vas, pequeñaja?- gritó medio enfadado Tachenko.
-¡A liderar a mis hombres! ¡No quiero perderme esto!- respondió eufórica la zarina.
Tachenko gruñó algo en voz baja y siguió a Ekaterina, seguido por su escolta.
Llegaron a un lugar seguro alrededor de la mansión. Los soldados polares colocaban cargas explosivas en la paredes de hormigón para derruirlas pero muchos de ellos no llegaban a accionar el temporizador ya que el 4º Regimiento de Tiradores de Jamtaore les volaba la cabeza. Tan grande era la puntería de este pueblo de cazadores del este de Vishnia que el rey Charles II, padre de Alexandra, decidió crear un regimiento compuesto solo por gente de ese lugar.
Las tropas polares intentaban poner fin a los disparos de los de Jamtaore pero era imposible debido a que estaban bien resguardados en torres de vigilancia hechas de hormigón, construidas al mismo tiempo que el muro que protegía la casa del gobernador.
-¡Argh! ¿Es que nadie va a acabar con ellos?- dijo Ekaterina desmontando de su caballo para acercarse a uno de los parapetos, hecho con un carro volcado. Los soldados saludaron a su emperatriz.
-¡Dejad de hacerme la pelota y seguid luchando!- gritó Ekaterina. Los soldados obedecieron sin rechistar.
Tachenko bajó de su caballo y se dirigió hacia el lugar donde estaba Ekaterina.
-Tal vez podríamos rodearlos- dijo el mariscal.
-O tal vez podríamos soltar a los shurales- dijo la emperatriz que, sin perder tiempo, cogió su radio portátil y dio la orden a Shorobiensky de soltar a las bestias.
-Pe... pero, su... su excelencia- dijo el científico al otro lado del auricular- Po... podrían matarla y...
-¡Shorobiensky! ¡Es una orden de tu emperatriz! ¡Hazlo ahora! ¿O prefieres pasar una larga temporada en Yokutva?- dijo Ekaterina.
-No... No, su... su excelencia- respondió Shorobiensky.
-Bien, veo que me comprendes.
En el almacén, Shorobiensky colgó el auricular, abrió las puertas y dejó que sus creaciones salieran hacia la mansión del gobernador.

Cuando el restañar de las garras en el suelo de los shurales y sus horripilantes gritos se hacían cada vez más fuertes, los soldados polares corrieron a esconderse donde podían.
-Pequeñaja, será mejor que nos escondamos antes de que lleguen esas cosas- dijo Tachenko.
-¡Argh! Está bien- dijo Ekaterina.
Cogieron a sus caballos y se ocultaron en un edificio de paredes gruesas y dos plantas, al parecer un mercado, cercano al palacio. Desde una ventana del primer piso, Ekaterina observaba como los shurales escalaban las paredes de hormigón y se internaban en los jardines de la mansión.
-Sí, todo está saliendo como lo he planeado- dijo Ekaterina con una sonrisa diabólica.
Pero su sonrisa se borró cuando una luz dorada convirtió a los shurales en bolas de fuego. Las criaturas se retorcían de dolor en el suelo hasta que eran reducidas a cenizas.
-¡¿QUÉ?!- gritó la emperatriz, furiosa por lo sucedido.
-¡Un mago! ¡Allí!- Tachenko señaló a una figura que había en la azotea de la mansión. Vestía una simple túnica blanca, algo ajada, y su cabeza estaba envuelta con un turbante. El mago vishnio levantaba las manos y de ellas salían unas pequeñas bolas de fuego que convertían todo aquello que tocaban en cenizas en cuestión de segundos.
-¡Maldición! ¡Están usando magia! ¡Tan avanzada que es Alexandra para aliarse con Losange! ¡Hipócrita!- gritaba Ekaterina completamente ida de sí.
-Es imposible pequeñaja. Es prácticamente imposible vencerlos si sus defensas son así de impenetrables, y más si tienen un mago de su parte. Si le pasa eso a los shurales, imagínate a los soldados- dijo Tachenko.
-¿Sugieres que me retire, Tachenko? ¿Es eso? Tantas victorias acumuladas para rendirme en el último momento. ¡Jamás, Tachenko! ¡Jamás!- Ekaterina desenvainó su sable y salió por la puerta- ¡Vamos, soldados de la Horda Polar! ¡Demostradles a esos arrogantes que ocurre cuando se hace enfurecer a un oso!
Tachenko salió corriendo detrás de ella.
-¡NO!- gritó, tirando a Ekaterina al suelo con el impulso que llevaba. Un tirador de Jamtaore se había dado cuenta de que la zarina estaba allí y de que sería un blanco muy jugoso. Por suerte, Tachenko era más precavido que su emperatriz y salió detrás de ella en cuanto divisó el reflejo de la mirilla del rifle del tirador. La bala había impactado en la pared de atrás.
-¡Quítate de encima!- gritó la zarina.
-¡No! ¿Es que no ves que es un suicidio?- gritó Tachenko.
-¡Suéltame! ¡Suelt...!- Tachenko golpeó a Ekaterina con la culata de su pistola en la cabeza, dejándola inconsciente.
-Sé que por ello me ganaré una temporada en Yokutva pero prometí a tu padre que te protegería- dijo Tachenko mientras echaba en sus hombros el liviano cuerpo de la emperatriz.
El mariscal volvió al interior del edificio. Los soldados se quedaron pasmados al ver a Ekaterina sin vida.
-¿Está muerta, señor?- dijo uno de los soldados con cierta emoción contenida.
-No, solo inconsciente- Tachenko alzó la voz- ¡Recoged las cosas! ¡Nos retiramos!
Los soldados obedecieron al mariscal inmediatamente.
En cuestión de días, la Horda Polar fue retirándose de Vishnia. Sin tomar la capital, la colonia era ingobernable. Aquí y allá surgieron grupos de rebeldes que expulsaban con éxito a las tropas polares. El Imperio envió más refuerzos hasta que el sueño de conquistar Vishnia se esfumó.
Ekaterina sabía que Tachenko había hecho lo correcto. No podía enviarlo a las horribles minas de sal de Yokutva pero tampoco hizo una declaración de perdón delante de él. Era demasiado orgullosa para ello aunque Tachenko no le dio más importancia al tema, conociendo como era la zarina.

Se firmó la paz más tarde, en el Palacio de los Leones, en Lionscourt.
Por suerte para la Horda Polar, Alexandra prefirió que esta fuera una paz blanca en lugar de una con condiciones: bastante tuvo con soportar la tensión del momento como para hacer enfadar otra vez a Ekaterina.
Esta vez, la zarina no pudo hacer realidad sus sueño pero, algún día, la Horda Polar dominará el mundo. Algún día...

Y hasta aquí, amigos míos, llegan las aventuras de Ekaterina en su intento por invadir la joya de la corona del Imperio de Su Majestad.
Hmmmm...
No estoy muy contento con el final. Creo que lo de "lo hizo un mago" es bastante precipitado. Mi objetivo era sacar un poco de la magia existente en Verne pero no me convence mucho el resultado.
¿Qué os parece a vosotros?