¡Hola, gentes!
¿Qué tal el puente?
Ya ha pasado casi una semana desde el último post y no tenía mucha idea de que escribir.
Por suerte, me he acordado de una cosa.
Lo que vais a leer a continuación es el relato que escribí para el Desafío Twitter de las Cuatro Palabras, por si alguno de vosotros se lo perdió. Gracias a byAtx por dejarme participar en esta curiosa iniciativa.
Para el que no sepa de que iba esto, consistía en escribir o dibujar una historia en el que aparecieran estas cinco palabras: plumero, verde, Snoopy y Mordor. Como ya sabéis, lo mío no es hacer monigotes así que decidí participar con este histriónico relato.
Disfrutadlo.
LA ESTÚPIDA DECISIÓN DE UN FRIKI
Por Platov.
Verde.
Verde de envidia estaba Godofredo al descubrir que su vecino, Sigfrido, había conseguido el codiciado nº 42 de "Batman".
¿Por qué Sigfrido tenía tanta suerte? Vivía en su cómodo piso con su
novia, que parecía toda una valkiria. Tenía coche propio y trabajaba en
el departamento de diseño de una mundialmente famosa empresa de
miniaturas.
Mientras, Godofredo no tenía novia. Se pasaba todo su tiempo libre
jugando a videojuegos y trabajaba friendo patatas en el McDonald's de la
esquina, con un sueldo miserable. El único vehículo del que disponía
era una bicicleta que se había encontrado al lado de un contenedor (por
la cual tuvo que pelear contra un chatarrero de manos gigantes).
Godofredo quería una vida mejor pero su carácter solitario y antipático
se lo impedía. Lo peor de todo es que ni él se daba cuenta de eso.
Pensaba que todo el mundo estaba en su contra.
Pero, ¿qué hacía tan especial y codiciado al nº 42 de las aventuras del Caballero Oscuro?
Sencillo. La editorial que lo publicaba cometió un error a la hora de
entregar las hojas que conformaban el tomo al impresor. Entre todas
ellas se coló una página de "Charlie Brown", por lo que te encontrabas
en mitad del cómic con Charlie, Snoopy y sus amigos. Era algo raro y ya
sabemos que lo raro cotiza al alza.
Godofredo quería ese cómic. No por tenerlo. Si lo vendía, podría sacar
suficiente dinero para salir del agujero negro en el que se había
convertido su vida y ser como Sigfrido.
Recapacitó un poco y pensó que sería mejor hacer otra cosa para que se
le pasara el berrinche. Así que se puso a limpiar su destartalado
apartamento. Para hacer la tarea más placentera, puso en su MP3 su
colección de bandas sonoras de películas. La primera canción era el tema
principal de "Star Wars". Godofredo hacia varios altos en las tareas de
higienización de su vivienda cuando se ponía a manejar el plumero como
si fuera una batuta, en una cómica imitación de John Williams.
Pero el siguiente tema hizo pararle en seco: "Batman", de la película de
Tim Burton. A su cerebro volvió la imagen de Sigfrido con el codiciado
ejemplar entre sus manos y Godofredo volvió a enfurecerse. ¡Él quería
ese cómic!
Algo oscuro se activó en su interior, como las ansias de venganza de
Bruce Wayne. "¿Robarlo?", pensó. Él no caería tan bajo pero Godofredo
estaba ansioso. Su imaginación se activó y comenzó a pensar en la vida
que llevaría con el dinero que conseguiría de la venta del cómic. Y tomó
una decisión que cambiaría para siempre su vida.
Era de noche.
Sigifrido y su novia habían salido a cenar por ahí.
Era el momento idóneo para llevar acabo el plan que Godofredo había
elucubrado esa misma tarde. Era sencillo: abrir la puerta, entrar, coger
el cómic y salir.
Se preparó. Cogió una radiografía de un chequeo médico que se hizo hace
tiempo y se despidió de su posesión más preciada: el calendario de
chicas de videojuego del año 1997.
Entreabrió su puerta para ver si había alguien en el rellano de la
esclaera. Nadie. Cerró con cuidado y fue hacia la puerta de Sigfrido.
Miró a ambos lados para cerciorarse de que nadie subía o baja por las
escaleras. Desenrrolló la radiografía. Había leido por Internet que los
cerrajeros usaban este método para abrir puertas. Insertó la lámina en
la rendija entre la puerta y el marco, hizo presión y la puerta se abrió
como si hubiera usado una llave.
El piso de Sigfrido era todo lo contrario que el de Godofredo: limpio y
luminoso. El "ladrón de una noche" entró con sigilo por el pasillo,
dirigiéndose al estudio de su vecino. La imagen del lugar aumentó
todavía más la envidia que Godofredo tenía hacia Sigfrido: cómics,
miniaturas, una mesa de dibujo con varios bocetos para nuevas figuras y
una impresionante maqueta de Mordor en el centro para jugar al wargame
de "El Señor de los Anillos".
Godofredo reprimió sus impulsos de detrozarlo todo y se dirigió a la
estantería donde estaban los cómics. Rebuscó y rebuscó sin encontrar el
preciado ejemplar. Hasta que en la leja de debajo había algo. Era una
caja de madera. Godofredo la abrió. Solo habían figuritas pero parecía
haber algo en el fondo: ¡EL CÓMIC! El chaval retiró las miniaturas con
cuidado y cogió aquella rara obra de arte. Lo abrió y allí estaba: justo
después de la página donde El Joker coloca una bomba en el monorrail de
Gotham, la historia salta bruscamente a una bucólica escena donde
Charlie Brown y sus amigos están merendando en el campo.
Godofredo esbozo una sonrisa de alegría. Sonrisa que se le borró cuando
escuchó un gruñido detrás de él. Se giró con cuidado y miedo. Chizkoy,
el enorme husky siberiano de Sigfrido, estaba delante de él, gruñendo,
enseñando los dientes y con las orejas hacia atrás. "¡Idiota!", pensó
Godofredo al descubrir que no tuvo en cuenta al perro en su plan.
Godofredo intentó pasar por encima del perro pero este se abalanzó sobre
él, lanzándolo con su peso hacia atrás. Godofredo se golpeó la cabeza
con el tablero de juego y cayó inconsciente.
Pasó un largo tiempo a oscuras hasta que una voz ronca le preguntó si
estaba bien. Godofredo abrió los ojos lentamente, encontrándose a dos
policías de pie, delante de él. Los dos hombres se agacharon para
levantar al joven y esposarlo. En un rincón de la habitación, Sigfrido y
su novia miraban a Godofredo con una mirada entre la sorpresa y el
enfado.
Eso fue hace tres años.
Durante ese tiempo, Godofredo tuvo toda la paz y tranquilidad del mundo
para leer cómics en la celda de su prisión. Allanamiento de morada e
intento de hurto fueron las palabras que lo sentenciaron.
Sí, parece que aquel cómic cambió su vida para siempre.
FIN
Ostrás, esto no lo había leído. Muy bueno y bastante... interesante. Le hace pensarse a uno si no estará mejor en la cárcel, leyendo tranquílamente.
ResponderEliminarEs solo una frikeza, nada más. XD
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