lunes, 5 de noviembre de 2012

El relato de las cuatro palabras.

¡Hola, gentes!
¿Qué tal el puente?

Ya ha pasado casi una semana desde el último post y no tenía mucha idea de que escribir.
Por suerte, me he acordado de una cosa.
Lo que vais a leer a continuación es el relato que escribí para el Desafío Twitter de las Cuatro Palabras, por si alguno de vosotros se lo perdió. Gracias a byAtx por dejarme participar en esta curiosa iniciativa.
Para el que no sepa de que iba esto, consistía en escribir o dibujar una historia en el que aparecieran estas cinco palabras: plumero, verde, Snoopy y Mordor. Como ya sabéis, lo mío no es hacer monigotes así que decidí participar con este histriónico relato.
Disfrutadlo.

LA ESTÚPIDA DECISIÓN DE UN FRIKI
Por Platov.

Verde.
Verde de envidia estaba Godofredo al descubrir que su vecino, Sigfrido, había conseguido el codiciado nº 42 de "Batman".
¿Por qué Sigfrido tenía tanta suerte? Vivía en su cómodo piso con su novia, que parecía toda una valkiria. Tenía coche propio y trabajaba en el departamento de diseño de una mundialmente famosa empresa de miniaturas.
Mientras, Godofredo no tenía novia. Se pasaba todo su tiempo libre jugando a videojuegos y trabajaba friendo patatas en el McDonald's de la esquina, con un sueldo miserable. El único vehículo del que disponía era una bicicleta que se había encontrado al lado de un contenedor (por la cual tuvo que pelear contra un chatarrero de manos gigantes). Godofredo quería una vida mejor pero su carácter solitario y antipático se lo impedía. Lo peor de todo es que ni él se daba cuenta de eso. Pensaba que todo el mundo estaba en su contra.

Pero, ¿qué hacía tan especial y codiciado al nº 42 de las aventuras del Caballero Oscuro?
Sencillo. La editorial que lo publicaba cometió un error a la hora de entregar las hojas que conformaban el tomo al impresor. Entre todas ellas se coló una página de "Charlie Brown", por lo que te encontrabas en mitad del cómic con Charlie, Snoopy y sus amigos. Era algo raro y ya sabemos que lo raro cotiza al alza.
Godofredo quería ese cómic. No por tenerlo. Si lo vendía, podría sacar suficiente dinero para salir del agujero negro en el que se había convertido su vida y ser como Sigfrido.

Recapacitó un poco y pensó que sería mejor hacer otra cosa para que se le pasara el berrinche. Así que se puso a limpiar su destartalado apartamento. Para hacer la tarea más placentera, puso en su MP3 su colección de bandas sonoras de películas. La primera canción era el tema principal de "Star Wars". Godofredo hacia varios altos en las tareas de higienización de su vivienda cuando se ponía a manejar el plumero como si fuera una batuta, en una cómica imitación de John Williams.
Pero el siguiente tema hizo pararle en seco: "Batman", de la película de Tim Burton. A su cerebro volvió la imagen de Sigfrido con el codiciado ejemplar entre sus manos y Godofredo volvió a enfurecerse. ¡Él quería ese cómic!
Algo oscuro se activó en su interior, como las ansias de venganza de Bruce Wayne. "¿Robarlo?", pensó. Él no caería tan bajo pero Godofredo estaba ansioso. Su imaginación se activó y comenzó a pensar en la vida que llevaría con el dinero que conseguiría de la venta del cómic. Y tomó una decisión que cambiaría para siempre su vida.

Era de noche.
Sigifrido y su novia habían salido a cenar por ahí.
Era el momento idóneo para llevar acabo el plan que Godofredo había elucubrado esa misma tarde. Era sencillo: abrir la puerta, entrar, coger el cómic y salir.
Se preparó. Cogió una radiografía de un chequeo médico que se hizo hace tiempo y se despidió de su posesión más preciada: el calendario de chicas de videojuego del año 1997.
Entreabrió su puerta para ver si había alguien en el rellano de la esclaera. Nadie. Cerró con cuidado y fue hacia la puerta de Sigfrido.
Miró a ambos lados para cerciorarse de que nadie subía o baja por las escaleras. Desenrrolló la radiografía. Había leido por Internet que los cerrajeros usaban este método para abrir puertas. Insertó la lámina en la rendija entre la puerta y el marco, hizo presión y la puerta se abrió como si hubiera usado una llave.

El piso de Sigfrido era todo lo contrario que el de Godofredo: limpio y luminoso. El "ladrón de una noche" entró con sigilo por el pasillo, dirigiéndose al estudio de su vecino. La imagen del lugar aumentó todavía más la envidia que Godofredo tenía hacia Sigfrido: cómics, miniaturas, una mesa de dibujo con varios bocetos para nuevas figuras y una impresionante maqueta de Mordor en el centro para jugar al wargame de "El Señor de los Anillos".
Godofredo reprimió sus impulsos de detrozarlo todo y se dirigió a la estantería donde estaban los cómics. Rebuscó y rebuscó sin encontrar el preciado ejemplar. Hasta que en la leja de debajo había algo. Era una caja de madera. Godofredo la abrió. Solo habían figuritas pero parecía haber algo en el fondo: ¡EL CÓMIC! El chaval retiró las miniaturas con cuidado y cogió aquella rara obra de arte. Lo abrió y allí estaba: justo después de la página donde El Joker coloca una bomba en el monorrail de Gotham, la historia salta bruscamente a una bucólica escena donde Charlie Brown y sus amigos están merendando en el campo.

Godofredo esbozo una sonrisa de alegría. Sonrisa que se le borró cuando escuchó un gruñido detrás de él. Se giró con cuidado y miedo. Chizkoy, el enorme husky siberiano de Sigfrido, estaba delante de él, gruñendo, enseñando los dientes y con las orejas hacia atrás. "¡Idiota!", pensó Godofredo al descubrir que no tuvo en cuenta al perro en su plan.
Godofredo intentó pasar por encima del perro pero este se abalanzó sobre él, lanzándolo con su peso hacia atrás. Godofredo se golpeó la cabeza con el tablero de juego y cayó inconsciente.

Pasó un largo tiempo a oscuras hasta que una voz ronca le preguntó si estaba bien. Godofredo abrió los ojos lentamente, encontrándose a dos policías de pie, delante de él. Los dos hombres se agacharon para levantar al joven y esposarlo. En un rincón de la habitación, Sigfrido y su novia miraban a Godofredo con una mirada entre la sorpresa y el enfado.

Eso fue hace tres años.
Durante ese tiempo, Godofredo tuvo toda la paz y tranquilidad del mundo para leer cómics en la celda de su prisión. Allanamiento de morada e intento de hurto fueron las palabras que lo sentenciaron.
Sí, parece que aquel cómic cambió su vida para siempre.

FIN

3 comentarios:

  1. Ostrás, esto no lo había leído. Muy bueno y bastante... interesante. Le hace pensarse a uno si no estará mejor en la cárcel, leyendo tranquílamente.

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