lunes, 11 de marzo de 2013

Carolus Rex

¡Hola, gentes del lugar!
Antes de irme para Salamanca, me gustaría actualizar el blog para no dejaros colgados.
Hoy, seguiremos dándole patadas a la historia pero antes de todo, os recuerdo que el concurso de relatos ucrónicos sigue abierto y que tenéis de plazo hasta el día 29 de este mes. Por ahora solo me ha llegado uno.
Hmmmm... Creo que va siendo hora de enviaros a Pedro.

-¡Ocupado! Estoy construyendo un navío de setecientos puentes.
-¿No crees que eso se hundirá?
-Soy el zar más molón de la historia de Rusia. Puedo hacer lo que me salga de ahí.

¡Cagüen! ¿Y ahora que hago?
-¡Envíame a mí! La gente se caga cuando ve mi cara. Creen que he sufrido algún horrible accidente industrial o algo así.
-Carlos, la mayoría de gente no te conoce si no ha estudiado historia de Suecia o de Rusia.
-¡¿QUÉ?! ¡Tío! ¡Pero si me han dedicado un disco de Heavy Metal! ¡Haz algo! ¡Háblales de mí! ¡Es una orden!
-¡Joder! Te pareces a Ekaterina.
-Porque te inspiraste en mí para crear al personaje.
-Cierto.

Bueno, tendré que hacerle caso.
Damas y caballeros, con todos ustedes Carlos XII de Suecia.

A finales del siglo XVII y principios del XVIII, Suecia estaba en la cresta de la ola internacional gracias al legado dejado por Gustavo Adolfo II, el León del Norte. Carlos nació en esa época, en 1682.
Hijo de Carlos XI, el bueno de Carlos había nacido para la guerra. Desde pequeñito estaba obsesionado con todo aquello relacionado con mosquetes, cañones y demás. 
Fue coronado en 1697. Las demás potencias europeas pensaban que un chaval de 18 años no podría con el peso de la corona y que Suecia estaba servida en bandeja para quien la quisiera. El problema es que no conocían a Carlos. Su bautismo de fuego llegó con la Gran Guerra del Norte, un conflicto en el que se enfrentaron Suecia contra Dinamarca y Rusia por el control del Báltico. No quiero liaros con esta guerra, así que os cuento que, tras este conflicto, el Báltico se convirtió en un mar sueco y Carlos recibió el apelativo de "el Alejandro Magno del norte". La educación militar que había recibido desde pequeño había convertido a nuestro protagonista en todo un estratega, un táctico que podía saber que hacer con solo echar un vistazo al campo de batalla. Todos estaban asombrados al ver tal mente privilegiada para la guerra en un cuerpo tan joven.

Valiente, orgulloso y cabezota. Así era descrito por algunos eruditos de la época.
Ningún ejército podía hacerle frente. Donde otros generales podían fallar, Carlos siempre acertaba. Sus soldados le seguían incluso al mismísimo infierno debido a su arrollador carisma. De hecho, él era el pilar en el que se sostenía el ejército sueco ya que era el único que podía poner paz entre sus oficiales, los cuales estaban peleados entre sí. Su principal ventaja fue su principal inconveniente: su mente solo pensaba como un soldado, nunca como un rey. Pensaba que la política solo funcionaba después de darle una lección al enemigo en el campo de batalla y eso, a la larga, puede ser más perjudicial que beneficioso.

Pero incluso los grandes hombres cometen errores y Carlos cometió el peor de todos: invadir Rusia.
Aunque sabía aprovecharse de la adversidad, Carlos no contaba con el frío de la estepa y las tácticas de campo quemado llevadas acabo por Pedro.
Sería en 1709, en la localidad de Poltava donde Carlos vería frenado su avance. No os voy a contar la batalla de pé a pá pero si como la perdió Carlos. El culpable de la derrota sueca fue una bala. Sí. Mientras Carlos comandaba a sus tropas montado en su caballo, un tirador ruso vió la oportunidad y abrió fuego contra el rey. La bala impactó en uno de los tobillos de Carlos. Al ver al rey siendo postrado en una litera, el pánico cundió entre los suecos. Al no tener el liderazgo de su carismático monarca, los oficiales suecos tomaron el relevo y ya he comentado lo mal que se llevaban entre ellos. La falta de organización acabó con la retirada de Rusia de los suecos.

Carlos y sus hombres huyeron a Turquía, donde el Sultán les abrió las puertas de par en par y le concedió asilo político al ser el mortal enemigo de los rusos.
El rey volvió sano y salvo a Suecia para comenzar una nueva campaña contra los noruegos.
Sin embargo, no tendría tanta suerte como en Poltava. En 1718, durante el asedio de la fortaleza de Fredriksten, un proyectil atravesó la cabeza del rey mientras inspeccionaba los trabajos de unas trincheras. Lo curioso es que no se sabe si fue un disparo realizado por los defensores o por algún soldado sueco descontento.
Con la muerte de Carlos, el imperio sueco terminó.

¡Nos vemos!


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