Bien, continuemos por donde lo habíamos dejado.
La Valette y sus hombres tuvieron que retirarse hacia el fuerte de San
Miguel, situado en el monte Sciberas, unido por una línea defensiva a la
fortaleza de San Ángelo. Tenían suerte de contar con abundante comida
pero les seguían faltando soldados.
El 24 de junio, los vigías de San Ángelo divisaron los cuerpos
decapitados de los caballeros que se quedaron a defender San Elmo. Como
veis, los turcos no se andaban con chiquitas a la hora de ajusticiar al
enemigo. Al ver el espectáculo, el Gran Maestre no se amilanó y estuvo
más dispuesto todavía a expulsar a los turcos de Malta. Para bajar la
moral otomana, La Valette ordenó disparar hacia las posiciones enemigas
usando las cabezas de los prisioneros turcos como munición.
Buenas noticias llegaron al bando hospitalario: un contingente de
rescate había llegado al norte de la isla proveniente de Sicilia.
Comandado por el caballero De Robles, las fuerzas desembarcaron aún a
pesar de que San Elmo había caido, consiguiendo rodear con mucho sigilo a
las fuerzas otomanas ayudados por la niebla que se había levantado en
aquella jornada, llegando a la ciudad de Birgu sin ningún contratiempo.
Cuando Pachá vio los estandartes en los muros de los regimientos de
refuerzo, algo en su interior le hizo saber que algo iba mal. Deicidió
enviar a un viejo esclavo cristiano para negociar la rendición de los
caballeros. Los términos serían los mismos que los de Rodas: los
caballeros podían abandonar Malta, poniendo rumbo a Sicilia.
La Valette, en un acto de gran astucia e inteligencia, ordenó colgar al
esclavo. Este le pidió clemencia, algo que buscaba el Gran Maestre. La
Valette le enseñó las fortificaciones al mensajero y a las filas de
caballeros dispuestos para el combate. El esclavo captó la idea y,
aterrorizado, volvió al campamento turco.
Viendo que su oferta fue rechazada, Pachá retomó el combate.
Ordenó que se colocara una batería de cañones en los Altos de Corradino
que, junto con la que tenía en el monte Sciberas, someterían a la
fortaleza de San Miguel a fuego cruzado. También trasladó algunos de sus
barcos por vía terrestre hasta el puerto de Marga.
Mientras que se discutía que se debía hacer ante esto, un caballero que
vigilaba el puerto divisó a un oficial turco haciendo señales. Cogió un
bote y a unos cuantos hombres para acercarse hasta él pero, cuando
estaban llegando, un grupo de soldados turcos se dirigían hacia allí. El
oficial turco se lanzó al agua con el pequeño inconveniente de que no
sabía nadar. Rescatado por los caballeros, consiguió llegar sano y salvo
ante La Valette. El Gran Maestre se llevó una gran sorpresa cuando el
hombre se presentó. No era turco, era griego y no uno normal. Era un
Lascaris, descendiente de los mismísimos emperadores bizantinos. El
oficial quería ayudar a los de su religión a vencer a aquellos bárbaros
que dstronaron a sus antepasados y comenzó a relatar los planes de
Pachá.
Al conocer las intenciones del comandante otomano, La Valette mandó
colocar empalizadas a lo largo de la costa de Senglia. También hizo lo
mismo en el sector septentrional de Birgu.
Pachá envió a unos nadadores para que destrozaran las defensas, sin
éxito. Después, usó botes con cadenas para atarlas en las empalizadas y
tirarlas. Algunas estacas fueron derribadas pero los caballeros las
repararon enseguida.
El 15 de julio, comenzó el ataque turco.
Era un ataque contra las empalizadas pero, a pesar del gran número de
botes, las defensas resistieron y más si los turcos fueron recibidos por
una lluvia de disparos de mosquete. Aún bajo el fuego enemigo, los
turcos desembarcaron. Sufrieron grandes bajas pero llegaron hasta los
muros.
Por tierra, un contigente otomano apoyó el ataque anfibio, sin
atemorizarse ante los cañones hospitalarios, llegando a escalar los
muros.
Y la cosa no podía ir peor para los caballeros cuando un polvorín
estalló en Senglia, abriendo un boquete en la muralla. Bajo el mando del
caballero Zanoguerra, muchos hombres decidieron impedir el paso a los
musulmanes, aún a costa de sus vidas. La Valette envió refuerzos a la
brecha a través de un puente de botes, consiguiendo rechazar a los
turcos.
Pachá envió diez botes con cien jenízaros cada uno para dar el golpe de
gracia a los hospitalarios pero, desde San Ángelo, el caballero De
Guiral observó las intenciones de Pachá. Ordenó cargar los cinco cañones
que había en su posición con el máximo de metralla posible. El
resultado: un montón de jenízaros hechos jirones (¿lo cogéis? Jenízaro,
jirón... ¡Bah!).
El combate duró cinco horas. Los turcos que se quedaron en la zona
tuvieron que huir despavoridos porque hasta los propios malteses salían
de la fortaleza para matarlos.
Pachá, muy cabreado, ordenó que las baterías de Corradino y Sciberas
abrieran fuego, matando a muchos defensores, entre ellos el hijo del
virrey de Sicilia.
CONTINUARÁ...
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