Bueno, sigamos con este rollo.
Tras sufrir 3000 bajas en su bando, Mustafá Pachá decidió repetir, a
mayor escala, la táctica que llevo acabo en San Elmo: rodear la
fortaleza, cortar los suministros y atacar por varios frentes a la vez.
Además, colocó varios cañones desde el monte Salvador hasta la bahía de
Kalkara.
Pachá también pensó que podía ganarse el afecto de los habitantes de la
isla, que eran descendientes de musulmanes, pero no funcionó porque los
malteses estaban bastante contentos con los caballeros. Preferían ser
"esclavos de San Juan antes que ser compañeros del Gran Turco".
Mientras tanto, La Valette dispuso varias defensas a lo largo de Kalkara
en forma de botes hundidos unidos por cadenas y mandó levantar
barricadas por las calles. La fuerza de rescate tardaba demasiado en
llegar y era algo que preocupaba al Gran Maestre.
A la mañana siguiente, las penínsulas de Birgu y Senglia amanecieron
bajo una brutal lluvia de proyectiles turcos. Era tal la polvareda
levantada en San Miguel que no se podía llegar a ver nada. Ese fue el
momento que los otomanos aprovecharon para atacar. Seis horas donde los
turcos pudieron establecer varias cabezas de puente tras las defensas
cristianas pero los hospitalarios consiguieron repeler el ataque.
Cinco días duró el bombardeo. El 7 de agosto, los turcos volvieron a
atacar en oleadas. Estos llegaron al Puerto de Castilla donde
aprovecharon una brecha en las defensas para entrar como un vendaval.
Fueron recibidos con salvas de mosquetes, fuego griego y ruedas
incendiarias. Los caballeros consiguieron repeler el ataque otra vez
pero, esta vez, dejaron que el enemigo huyera para poder reparar la
brecha.
Pero algo malo ocurría en San Miguel. La fortaleza estaba a punto de
caer en manos turcas. Pachá decidió liderar el combate el mismo hasta
que enmudeció cuando le informaron de que el campamento otomano estaba
siendo atacado. Llegó a la conclusión de que serían los refuerzos
cristianos.
En realidad, quien estaba atacando el campamento era la guarnición de la
ciudad de Mdina que aprovecharon el ataque total de los turcos para
destruir su campamento ahora que este estaba desprotegido. Quemaron
tiendas, capturaron caballos y mataron a los enfermos y heridos. Pachá
no podía creer lo que había sucedido. Por un descuido, le habían
arrebatado una gran victoria.
La Valette seguía apesadumbrado ante la cruda realidad: los refuerzos no
llegaban. Tan solo le que daba rezar para poder aguantar lo que se le
venía encima. Sin embargo, el papa Pío IV promulgó una bula por la cual
cualquier cristiano que luchase para defender Malta se le perdonarían
sus pecados y podría reunirse con el Todopoderoso en el Paraíso. Todos
los malteses se presentaron para defender su isla.
Pachá seguí empecinado en conquistar las fortalezas de la isla. Para
ello, se le ocurrió llevar acabo un asedio de la vieja escuela
construyendo una torre de asedio más alta que las murallas para atacar el
Puerto de Castilla mientras las defensas eran minadas. Ya sabéis,
excavar un túnel para socavar los cimientos de las murallas. El plan era
derruir parte de la muralla y tomar lo que quedara con la torre.
La Valette sabía, gracias a varios desertores turcos, que la muralla
estaba siendo minada así que debía llevar cuidado a la hora de
planificar el siguiente movimiento.
El 18 de agosto comenzó otro bombardeo y otro ataque. La Valette no
envió refuerzos al lugar donde se encontraba la mina, algo que
entristeció a Pachá, el cual quería que cuantos más caballeros
estuvieran presentes en la caída de la muralla, mejor. El comandante
turco dio la orden de derribar la mina, con lo que se abrió una brecha
en los muros. Las tropas otomanas entraron y, esta vez, los caballeros
se vieron abrumados. El pánico se extendió entre las filas hospitalarias
y un monje avisó a La Valette para que fuera preparando la evacuación
del lugar.
Pero el Gran Maestre no se daría por vencido tan fácilmente. Cogiendo
una de las picas de los guardias, se lanzó hacia la brecha. Sus hombres,
viendo como su líder arriesgaba su vida hasta el final, le siguieron
sin pensarlo dos veces. El Maestre sufrió heridas en su pierna debido a
una granada pero ni así lo pudieron parar. Hasta que no se recuperó la
posición, no pidió que lo curaran.
Por la noche, los turcos volvieron a atacar.
Otra retirada turca permitió que los caballeros hicieran balance de la
situación. Habían sufrido muchas bajas y la pólvora comenzaba a
escasear.
El 19 de agosto fue el día del ataque más espantoso. Los turcos se
retiraban y volvían a atacar las murallas cada dos por tres. La Valette
sufrió una pérdida irreparable: la de su sobrino Henri. Aquí fue donde
el Gran Maestre comenzó a mostrar señales de abatimiento pero no dejó
que sus propios sentimientos lo guiaran y comenzó a diseñar un plan para
acabar con la torre de asedio.
Los otomanos habían hecho un gran trabajo con la torre: la habían
forrado de con trozos cuero para hacerla inmune a las armas
incendiarias. Desde ella, los jenízaros podían abatir a los defensores
sin ninguna dificultad.
El maestro carpintero de La Valette le aconsejó que el único punto débil
del artilugio era la base. El Gran Maestre lo comprendió y ordenó que se
hiciera un boquete en la base de la muralla donde se encontraba la
torre pero que no se quitaran las piedras que protegían la cara
exterior. En el túnel, colocó un cañón con balas incendiarias. Cuando
todo estaba listo, los caballeros abrieron el muro y.... ¡KABOOM! El
proyectil reventó la base de la torre. El ingenio de asedio comenzó a
tambalearse. Los turcos empezaron a abandonarla pero, antes de que todos
salieran, la torre se vino abajo. El muro se reparó en un instante.
Mientras tanto, Pachá atacaba Senglia con un artilugio: una especie de
cartucho sellado relleno de pólvora cuyo objetivo era derribar lo que
quedaba de muralla. Pero el cartucho fue llevado a la cara interior de
la muralla para reventarla por ese lado, lo que fue aprovechado por los
caballeros para devolvérselo cariñosamente a sus creadores. El carro que
lo transportaba cayó a la zanja donde los turcos se protegían de la
explosión. Claro, que la zanja estaba pensada para protegerlos de la
explosión que se produciría al otro lado de la muralla, no delante de
sus narices. Los defensores aprovecharon el momento en que los atacantes
estaban recogiendo sus pedazos para hacerles huir.
CONTINUARÁ....
(Y os prometo que terminará en la siguiente entrega.)
No había leído una crónica tan completa sobre el asedio de Malta en mucho tiempo. Lo estoy disfrutando cuál enano.
ResponderEliminarY eso que he tenido que cribar cosas de los libros porque si no estaría aquí hasta el mes que viene.
Eliminar¡Muchas gracias!