sábado, 11 de agosto de 2012

Un Asedio Legendario III

Bueno, sigamos con este rollo.

Tras sufrir 3000 bajas en su bando, Mustafá Pachá decidió repetir, a mayor escala, la táctica que llevo acabo en San Elmo: rodear la fortaleza, cortar los suministros y atacar por varios frentes a la vez. Además, colocó varios cañones desde el monte Salvador hasta la bahía de Kalkara.
Pachá también pensó que podía ganarse el afecto de los habitantes de la isla, que eran descendientes de musulmanes, pero no funcionó porque los malteses estaban bastante contentos con los caballeros. Preferían ser "esclavos de San Juan antes que ser compañeros del Gran Turco".
Mientras tanto, La Valette dispuso varias defensas a lo largo de Kalkara en forma de botes hundidos unidos por cadenas y mandó levantar barricadas por las calles. La fuerza de rescate tardaba demasiado en llegar y era algo que preocupaba al Gran Maestre.

A la mañana siguiente, las penínsulas de Birgu y Senglia amanecieron bajo una brutal lluvia de proyectiles turcos. Era tal la polvareda levantada en San Miguel que no se podía llegar a ver nada. Ese fue el momento que los otomanos aprovecharon para atacar. Seis horas donde los turcos pudieron establecer varias cabezas de puente tras las defensas cristianas pero los hospitalarios consiguieron repeler el ataque.
Cinco días duró el bombardeo. El 7 de agosto, los turcos volvieron a atacar en oleadas. Estos llegaron al Puerto de Castilla donde aprovecharon una brecha en las defensas para entrar como un vendaval. Fueron recibidos con salvas de mosquetes, fuego griego y ruedas incendiarias. Los caballeros consiguieron repeler el ataque otra vez pero, esta vez, dejaron que el enemigo huyera para poder reparar la brecha.
Pero algo malo ocurría en San Miguel. La fortaleza estaba a punto de caer en manos turcas. Pachá decidió liderar el combate el mismo hasta que enmudeció cuando le informaron de que el campamento otomano estaba siendo atacado. Llegó a la conclusión de que serían los refuerzos cristianos.

En realidad, quien estaba atacando el campamento era la guarnición de la ciudad de Mdina que aprovecharon el ataque total de los turcos para destruir su campamento ahora que este estaba desprotegido. Quemaron tiendas, capturaron caballos y mataron a los enfermos y heridos. Pachá no podía creer lo que había sucedido. Por un descuido, le habían arrebatado una gran victoria.

La Valette seguía apesadumbrado ante la cruda realidad: los refuerzos no llegaban. Tan solo le que daba rezar para poder aguantar lo que se le venía encima. Sin embargo, el papa Pío IV promulgó una bula por la cual cualquier cristiano que luchase para defender Malta se le perdonarían sus pecados y podría reunirse con el Todopoderoso en el Paraíso. Todos los malteses se presentaron para defender su isla.

Pachá seguí empecinado en conquistar las fortalezas de la isla. Para ello, se le ocurrió llevar acabo un asedio de la vieja escuela construyendo una torre de asedio más alta que las murallas para atacar el Puerto de Castilla mientras las defensas eran minadas. Ya sabéis, excavar un túnel para socavar los cimientos de las murallas. El plan era derruir parte de la muralla y tomar lo que quedara con la torre.
La Valette sabía, gracias a varios desertores turcos, que la muralla estaba siendo minada así que debía llevar cuidado a la hora de planificar el siguiente movimiento.
El 18 de agosto comenzó otro bombardeo y otro ataque. La Valette no envió refuerzos al lugar donde se encontraba la mina, algo que entristeció a Pachá, el cual quería que cuantos más caballeros estuvieran presentes en la caída de la muralla, mejor. El comandante turco dio la orden de derribar la mina, con lo que se abrió una brecha en los muros. Las tropas otomanas entraron y, esta vez, los caballeros se vieron abrumados. El pánico se extendió entre las filas hospitalarias y un monje avisó a La Valette para que fuera preparando la evacuación del lugar.
Pero el Gran Maestre no se daría por vencido tan fácilmente. Cogiendo una de las picas de los guardias, se lanzó hacia la brecha. Sus hombres, viendo como su líder arriesgaba su vida hasta el final, le siguieron sin pensarlo dos veces. El Maestre sufrió heridas en su pierna debido a una granada pero ni así lo pudieron parar. Hasta que no se recuperó la posición, no pidió que lo curaran.

Por la noche, los turcos volvieron a atacar.
Otra retirada turca permitió que los caballeros hicieran balance de la situación. Habían sufrido muchas bajas y la pólvora comenzaba a escasear.
El 19 de agosto fue el día del ataque más espantoso. Los turcos se retiraban y volvían a atacar las murallas cada dos por tres. La Valette sufrió una pérdida irreparable: la de su sobrino Henri. Aquí fue donde el Gran Maestre comenzó a mostrar señales de abatimiento pero no dejó que sus propios sentimientos lo guiaran y comenzó a diseñar un plan para acabar con la torre de asedio.
Los otomanos habían hecho un gran trabajo con la torre: la habían forrado de con trozos cuero para hacerla inmune a las armas incendiarias. Desde ella, los jenízaros podían abatir a los defensores sin ninguna dificultad.
El maestro carpintero de La Valette le aconsejó que el único punto débil del artilugio era la base. El Gran Maestre lo comprendió y ordenó que se hiciera un boquete en la base de la muralla donde se encontraba la torre pero que no se quitaran las piedras que protegían la cara exterior. En el túnel, colocó un cañón con balas incendiarias. Cuando todo estaba listo, los caballeros abrieron el muro y.... ¡KABOOM! El proyectil reventó la base de la torre. El ingenio de asedio comenzó a tambalearse. Los turcos empezaron a abandonarla pero, antes de que todos salieran, la torre se vino abajo. El muro se reparó en un instante.
Mientras tanto, Pachá atacaba Senglia con un artilugio: una especie de cartucho sellado relleno de pólvora cuyo objetivo era derribar lo que quedaba de muralla. Pero el cartucho fue llevado a la cara interior de la muralla para reventarla por ese lado, lo que fue aprovechado por los caballeros para devolvérselo cariñosamente a sus creadores. El carro que lo transportaba cayó a la zanja donde los turcos se protegían de la explosión. Claro, que la zanja estaba pensada para protegerlos de la explosión que se produciría al otro lado de la muralla, no delante de sus narices. Los defensores aprovecharon el momento en que los atacantes estaban recogiendo sus pedazos para hacerles huir.

CONTINUARÁ....
(Y os prometo que terminará en la siguiente entrega.)

2 comentarios:

  1. No había leído una crónica tan completa sobre el asedio de Malta en mucho tiempo. Lo estoy disfrutando cuál enano.

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    Respuestas
    1. Y eso que he tenido que cribar cosas de los libros porque si no estaría aquí hasta el mes que viene.
      ¡Muchas gracias!

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